vega del guadalquivir

De Palma a virrey de Cataluña

  • Luis Antonio Tomás y Luis Manuel Fernández Portocarrero llegaron a lo más alto a nivel político y militar en el siglo XVIII en territorio catalán

Perspectiva del palacio de los Portocarrero, en la localidad palmeña.

Perspectiva del palacio de los Portocarrero, en la localidad palmeña. / r. morales

A veces la Historia está cargada de episodios muy parecidos aunque se encuentren bastante separados temporalmente, un carácter cíclico de los acontecimientos donde el papel de sus protagonistas es de especial relevancia y en ocasiones poco conocidas. Esa preeminencia fue la que jugaron dos palmeños a principios del siglo XVIII a nivel nacional y en territorio catalán, de éste último lugar fue virrey uno de ellos: Luis Antonio Tomás Fernández Portocarrero, V Conde de Palma del Río que también fue grande de España. Sin embargo, su periplo político va ligado a la regencia que ostentó su tío, el cardenal Luis Manuel Fernández Portocarrero.

El 1 de noviembre de 1700 muere el rey Carlos II, el último rey de la casa de Austria. Previamente dejó un decreto donde se concedía todo el poder del reino al cardenal Portocarrero para que acometiese la transición de los Austrias a los Borbones en la figura de Felipe V. Para llevar a cabo ese cambio, "uno de los argumentos que utiliza es que no debemos quedarnos sin rey, no debe haber vacío de poder, porque los catalanes pueden activar revueltas populares e incluso abrir una guerra con los castellanos, esta era una de las preocupaciones del cardenal", relata el doctor en Historia por la UNED e investigador de la tesis doctoral sobre el cardenal, Manuel Muñoz Rojo. De hecho, en el siglo XVII estuvo presente esa idea de dar un giro a las relaciones con este territorio peninsular, véase el Gran Memorial de 1624. Sin embargo, el regente Portocarrero aprecia que el entonces virrey catalán, el austracista Jorge de Darmstadt, no acataba las órdenes de Madrid y puede iniciar una sublevación contra el joven monarca; esto hace que el cardenal desconfíe y tome su primera decisión: nombrar virrey de Cataluña a su sobrino, Luis Antonio Tomás Fernández Portocarrero. Éste debía cumplir una encomienda clave para la época como "preparar al poder político catalán para recibir al nuevo rey", mantiene Muñoz Rojo.

En aquella fecha, el principado catalán tenía una serie de privilegios y "no aportaban dinero para la guerra ni alojamiento a los soldados", anota el historiador. "En Navarra y Aragón no hay quien tribute un real, Cataluña y Portugal son de la misma opinión. Sólo Castilla y León y el noble pueblo andaluz, llevan a cuestas la cruz", había escrito en el siglo XVII Francisco de Quevedo. Pero la mediación y su talante pactista, hicieron que el virreinado del V Conde de Palma sirviese para allanar el camino a Felipe V. De modo que se empleó a fondo para establecer el orden, negociar con los Consellers y administrar los tributos. En 1702 concluyeron las cortes de Barcelona, donde prevaleció el diálogo -conducido por el virrey-, se logró la aceptación del nuevo rey Borbón y, a cambio, éste firmó las constituciones catalanas. Una concordia que se tradujo en privilegios para la zona como el fin de la exclusiva castellana con los barcos enviados a América, la libre exportación de vino o alimentos agrícolas y establecimiento de aranceles a los productos de fuera. En consecuencia, "subió la popularidad de Felipe V de España y del virrey", como detalla el historiador Antonio Ramón Peña.

Esa maniobra demostró que "los dos palmeños, uno en Madrid y otro en Barcelona, supieron atender a los catalanes. Supieron políticamente manejar la crisis", remarca Muñoz Rojo. Pero otro contexto, el de la Guerra de Sucesión Española, iba a desestabilizar ese tándem de los Portocarrero; en enero de 1703 se produjo la dimisión del cardenal Portocarrero, "quizás una de las primeras dimisiones de España", según el historiador; la guerra de Sucesión se endureció en Cataluña y una parte del poder económico catalán apoyó al candidato austracista. Ante esta inestabilidad social, Felipe V "se tuvo que poner muy serio" y necesitó "un virrey que se emplease más duro", relata el cronista de Palma del Río. De ahí, que el V Conde de Palma fuese relegado en sus funciones por Francisco Velasco. Curiosamente, Luis Antonio Fernández Portocarrero terminó siendo un desafecto al rey Felipe V, ello le costó la cárcel en san Sebastián (País Vasco) y el destierro a Viena hasta lograr el perdón real, como ha estudiado el historiador Juan Antonio Zamora. Por encima de este desenlace, quedó inscrito historiográficamente un trienio intenso de la regencia de Luis Manuel Portocarrero y el virreinato de su sobrino Luis Antonio Tomás, ambos nacidos en la Villa de Palma.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios