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Despedida de devoción y esfuerzo

  • La Virgen de la Sierra regresa a su santuario del Picacho de la Subbética tras una subida plagada de recuerdos que arrancó de madrugada

La patrona egabrense, a la llegada al altar de su santuario.

La patrona egabrense, a la llegada al altar de su santuario. / a. j. roldán

Las seis de la mañana. Aún con la noche como testigo, los egabrenses madrugaron para cumplir con la tradición de devolver la imagen de su patrona, la Virgen de la Sierra, hasta su santuario en pleno corazón de las Sierras Subbéticas. Así sucede cada domingo posterior al 4 de octubre, fecha en la que se cumple un mes de estancia de la imagen entre los suyos, con motivo de la bajá de cada septiembre.

Con puntualidad comenzó la eucaristía de despedida oficiada por el sacerdote local Jesús Poyato. La parroquia de la Asunción y Ángeles se presentaba abarrotada pese a lo temprano de la hora. Un aspecto que se extendió a los alrededores del templo y la Plaza Vieja, donde los fieles convirtieron este entorno urbano en un auténtico hervidero.

Entre vítores y oraciones, la Virgen salió cerca de las 07:00 a hombros de sus costaleros, una improvisada cuadrilla que cada año se va recomponiendo sobre la marcha con la misión de afrontar el escarpado y difícil camino de vuelta hasta el Picacho. De comandar las andas se encargó de nuevo el cuadrillero, Vicente Arroyo, dando la bienvenida a los egabrenses que se acercaban pidiendo relevo en alguna de las almohadillas, al igual que a aquellos que al menos por el recorrido urbano cogían el peso de la Señora por unos momentos. Muchos de ellos, antiguos costaleros que por edad o salud no pueden ascender con ella.

El alba fue haciéndose presente a lo largo de la avenida de Andalucía, desembocando en la barriada Virgen de la Sierra, en cuya parroquia se cantó la Salve popular y se inició la marcha. A buen ritmo se alcanzó la Vía Verde, donde la patrona se volvió hacia el Hospital Infanta Margarita. Allí se colocaron los tradicionales cordeles, sogas largas atadas a los varales de las que se tira para hacer tracción en los tramos más empinados del camino.

Un recuerdo a los costaleros ausentes, y la primera arrancada en torno a las 08:45. Los cortijos de Góngora y La Salve, el paraje de los Colchones y la sinuosa cuesta de las promesas. Paradas y testigos del paso de la comitiva, compuesta por apenas dos centenares de fieles debido a la gran dureza que conlleva completar el trayecto. Al filo de las 11:00, la Virgen de la Sierra llegó a los aledaños de su casita blanca, repleta de miles de egabrenses y personas llegadas desde localidades cercanas, pues se trata de una de las grandes devociones marianas del Sur de la provincia. Empapados en sudor por el gran esfuerzo y el intenso calor que deparó la jornada, una piña de costaleros completó la maniobra de entrada en el templo serrano. Allí la patrona aguardará la visita de sus fieles, poniendo a cero la entrañable cuenta atrás para un nuevo septiembre en Cabra.

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