Preocupaban mucho más otras destrezas cuya rentabilidad se presumía inmediata.

Debería ser Europa la que tomara cartas en el asunto, porque hablamos de un problema europeo, no andaluz.

Ha pasado tiempo como para considerar que la democracia española ya no es tan joven ni inexperta como creíamos.

Con la bandera nacional, Vox da cabida entre los suyos a todos los españoles, todos, ya sean comunistas o socialistas.

Habría que plantear por qué la idea de diversificar la economía se considera en España un insulto a la hostelería.

Si algo ha dejado esta crisis es la evidencia de que nadie se hace a sí mismo. De que nos necesitamos.

Los núcleos más visitados de las ciudades se parecen entre sí hasta el punto de resultar indiferentes.

La mayoría de la gente no se ha quedado en casa porque lo dijera Sánchez: era lo que había que hacer y se ha hecho.

Se entiende por lo general que la verdad es rotunda y compacta. Que se traga sin sentir, como las píldoras.

Las paparruchas nunca miran a los ojos de la gente. Pedro Sánchez, tampoco. Pero no basta un parte diario.