Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

Las fábricas de tontos

A las fábricas hay que exigirles que cumplan la ley y lo hacen. Lo demás es vivir en la absoluta inopia

Confieso que toda mi vida ha sido una lucha que de momento voy perdiendo, por no caer en garras de la tontería más absoluta. Pese a ello, mi todavía recordado Santiago Amón -cómo debería haber disfrutado en una situación como la que estamos viviendo- la clavó cuando dijo que "en este país no cabe un tonto más". Lo que no previó uno de los más asombrosos genios que se ha paseado por un panorama nacional muy poco dado a valorarlos es que, desde su trágica desaparición, lo que nos queda de este país ha demostrado tener una elasticidad verdaderamente asombrosa como para dar cabida a algunos tontucios más, bastantes más de lo que sería aconsejable. Servidor se los ha encontrado incluso en su tierra, no se vayan a creer, porque la estupidez es lo menos nacionalista que existe en el mundo, ya que no se cura ni viajando. Me habrán escuchado alabar muchas veces su sentido de la hospitalidad, que me ha hecho sentirme cómodo desde el primer minuto que llegué hace año y medio, pero también en Huelva han aparecido cual plaga en los últimos días y el que suscribe parece que tiene algo que ver.

Para aclarar las cosas; una zona logística no tiene nada que ver con una terminal de contenedores, pero nada de nada. La verdad es que merecerían que les sacara a la pizarra con una tiza en la mano -¿recuerdan el chiste?- y copiarlo quinientas veces, pero me parece que ni por esas lo entenderían, sencillamente porque creo que lo hacen por maldad, más que por desconocimiento. No creo que exista nadie tan obtuso y entonces me voy a la manipulación como la verdadera causa. Eso que se decía hace años de que "un político debe decir cuatro tonterías porque siempre habrá cuatro tontos que le crean", no funciona. O no debe hacerlo.

Y otra cosa. Llámenme raro, pero me gusta ducharme con agua caliente, llamar a mi madre por teléfono a diario, encontrar la casa fría en verano y acogedora en invierno, vestirme con ropa digna de tal nombre y calzarme con zapatos cómodos, comer alimentos que no cuesten un riñón, desplazarme en mi coche y conocer al paisanaje. Si ustedes proponen eliminar las industrias, no oculten al personal que todo eso lo van a perder. A éstas hay que exigirles que cumplan la ley de manera escrupulosa, como a cualquiera de nosotros. Todo lo demás, el único olor que levantan es el de la chusca demagogia y eso apesta. Las únicas fábricas que lo producen son las de tontos y parecen estar en plena faena.

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