Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

Huérfanos

La ausencia de alguien que ponga una idea sobre la mesa está en el origen de un hastío histórico e inmenso

En España estamos acostumbrados a que nos manden. No voy a recordar a quien se puso a semejante tarea durante cuatro décadas, que bien está donde está, pero desde que lo perdimos de vista, se han sucedido tutores que han cumplido ese papel de guía político-espiritual que parece que alguno echaba de menos. Nos mandaron Suárez, Felipe, Aznar y en otras latitudes Pujol y Arzallus (por cierto que desde que a los vascos no nos manda nadie con esa autoridad, nos va mucho mejor, lo digo porque me llama la atención).

El personal anda falto de ese bastón de mando y no faltan quienes proclaman su nostalgia en medio de la soledad y el vértigo que da el asomarse sin una mano que te indique dónde hacerlo o impedir que te des el piñazo.

Glorificamos a Alfonso Guerra y olvidamos que fue uno de los que más hicieron por impulsar el mandato de Pujol en Catalunya y hacemos los coros con la vieja trova socialista, el antiguo testamento de un partido que añora momentos en los que pintaba algo, en medio de la zozobra más absoluta. Al patrón en Catalunya lo único que le sobra es pelo; está huérfano de todo lo demás y cómo estará el tema para que se lleguen a cantar las bondades de la actitud de Ibarretxe cuando tonsura en ristre acudió al Congreso a defender lo que entonces era un disparate descomunal y hoy (me quedo muerto) es esgrimido como ejemplo a imitar. Al otro lado de la sinrazón, un Rajoy al que ha abandonado la gracieta gallega que te hacía esbozar una sonrisa perdonavidas a cada salida de tono, a cada respuesta ocurrente, a cada trabalenguas imposible. Debió gastar todo su talento en las oposiciones a registrador de la propiedad (dicen que son las más complicadas), ya que desde entonces languidece en un dejar pasar la vida delante de sus ojos chupando un caramelo.

Junto a ellos corifeos de segunda, aduladores de primera, brillantes expertos en casi nada, jóvenes con un futuro desesperanzador y una gente que asiste perpleja a un desfile de mediocridades como no se recuerda. Ni los nuevos aportan nada. Porque ese y no otro es el problema; durante estos días, apenas un Parlem, una oferta de mediación de hasta el obispo de Constantinopla y ni una sola idea encima de la mesa, ni tan siquiera debajo. Cansancio y hastío y ración triple de ibuprofeno para aguantar semejante desfile. Normal que la gente ocupe las calles; son quienes constatan que están solos y que ya no hay quien les mande.

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