Tribuna

Salvador Gutiérrez Solís

@gutisolis

Sin esfuerzo

Dos ganadores de 'Gran Hermano' recogiendo su premio Dos ganadores de 'Gran Hermano' recogiendo su premio

Dos ganadores de 'Gran Hermano' recogiendo su premio

Tengo la impresión de que, cada día más, nos estamos acostumbrando a saborear más aquello que conseguimos sin apenas esfuerzo, cuando debería ser justamente lo contrario. A lo mejor el confundido soy yo, probablemente, y todo eso del esfuerzo, la dedicación, el empeño, el trabajo y la constancia han pasado a mejor vida, y en estos tiempos veloces eso ya no se estila, y lo que prima es lo fácil, lo rapidito, el vamos que nos vamos y poco más. Qué triste sería o es. En ese caso, yo me sigo apuntando al vetusto club de los artesanos y me gusta conseguir lo que sea, mucho o poco, por mis propios medios, sin que nadie me regale nada, metiendo mis manos, y hasta los codos, en el barro. Esta semana ha estado protagonizada, entre otros muchos asuntos, por el caranchoa, el último vídeo que se ha convertido en un fenómeno viral. Y ya van tres millones de fenómenos virales en lo que va de año, que a este paso habrá que denominarlos de otra manera, rutinas virales, cafelitos virales, ajos virales, yo qué sé. Ya, si eso, le damos una vuelta más adelante. El caranchoa es creación de un conocido youtuber, dentro de los seis millones de youtubers conocidos y reputados del mundo youtubero. Tal vez, en este momento, debería aclarar lo que es un youtuber, porque aunque algunos no lo crean hay quien no lo sabe y he de confesarles que yo alabo esa ignorancia, por el respeto que estos inteligentes ignorantes demuestran hacia sus propias neuronas. Cómo lo explico, vamos a ver, un youtuber es una persona supuestamente muy divertida que graba en vídeo sus supuestas gracias para que todos nos divirtamos. Cuenta la leyenda de las redes sociales, que aunque son jovencitas ya han generado sus propias leyendas, que algunos de estos vídeos han contado con millones de visitas, lanzando al estrellato a sus creadores; eso cuentan. Por tanto, la leyenda de Youtube se ha convertido en el sueño, en el Dorado, de miles de youtubers, de todas las edades, tamaños y colores, que se lanzan desaforados tras su añorado y deseado fenómeno viral. Eso sí, una cosa de aquella manera, sin apenas esfuerzo, aprieto el botón de rec y vamos a ver lo que me sale, que alguna gracieta me saldrá, sin guión y sin nada, para qué, esto es cosa de un instante, y con suerte la ven dos mil, tan o más aburridos que yo. Más o menos es así la cosa, para entendernos todos.

Durante años despotricamos, y seguimos despotricando, de todos esos personajes de desconocidas habilidades que desfilaban, y desfilan, por esos programas de casquería y farmacia ambulante, y sin quererlo, o sin impedirlo, o queriéndolo, que también es posible, no es solo que continúen ahí, es que hemos creado nuevas subespecies que han logrado lo que parecía imposible: tener presencia, captar nuestra atención, ser alguien, lo que sea, ganarse la vida, llámelo como quiera, con un menor esfuerzo. Sin esfuerzo, apenas. De verdad, es posible. Durante años despotricamos, por ejemplo, de los concursantes de Gran Hermano, que habían conseguido crear una nueva profesión dentro del estrellato televisivo, y criticamos que sus únicas habilidades eran el insulto y la vagancia más extrema. A día de hoy tienen su mérito, ya que por lo menos superaron uno o varios casting, algo que no sucede con los youtubers. Por cierto, el chico que se hizo famoso por el guantazo que le propinaron tras su gracieta, además de por sus vídeos, el del caranchoa, acaba de anunciar que se retira, que lo deja, que se ha visto superado por el acontecimiento, y lo hace indicando que solo llamó una vez caranchoa al que le propinó el guantazo. Una mala noticia para este final de año, qué será de nosotros, de nuestras vidas, de nuestro futuro, sin esta luz que nos alumbraba el camino. La oscuridad lo cubrirá todo. Lo que nos quedará por ver, me temo, que tal vez solo hayamos ascendido los primeros escalones y todavía nos quede mucho para llegar al ático. Crucemos los dedos. En cualquier caso, ya no me queda duda alguna de que la invasión de lo liviano, lo facilón y lo sin esfuerzo cada día se hace más evidente y más presente, sobre todo porque se lo estamos poniendo en bandeja, muy fácil, valga la redundancia. Queremos y consumimos películas, libros, música o arte facilitos, que no tengamos que pensar mucho, que nos entretengan desde su simplicidad, planos y artificiales, ligeritos, que no nos hagan pensar, que demasiados problemas tenemos ya como para ponernos a darle vueltas a la cabeza cuando tenemos un rato para nosotros, nos justificamos cada día, mientras la invasión continúa.

Pero es que lo mismo nos sucede con la comida, con la decoración de nuestras casas, con nuestros hábitos de vida, y lo que es peor aún, con la educación de nuestros hijos o con las relaciones que mantenemos. Hemos instaurado por aclamación la ley del mínimo esfuerzo. Seguimos sin comprender que todo lo que merece la pena, absolutamente todo, de una profesión a nuestras relaciones personales, pasando por todos y cada uno de los rincones de nuestra vida, cuesta trabajo, esfuerzo, dedicación, y que todo lo fácil, por regla general, no suele ser gran cosa. Y nos conformamos con eso, con lo primero que nos plantan o plantamos sobre la mesa, sin pararnos a pensar que con su poquito de aceite, sus especias y su elaboración el plato estaría mucho más rico. Pero eso nos llevaría esfuerzo y, sobre todo, tiempo, la gran falacia de este tiempo. Encontramos la gran excusa, aunque luego no sepamos en qué emplearlo. Pero eso ya es otro debate, que por hoy la cosa ya va bien despachada, que tampoco hay que darle tantas vueltas a las cosa. Puro contagio.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios