El 'procés', entre la derrota y el esperpento

La huelga general ha fracasado y el bloque independentista se ha roto. El 'procés' ya es historia, pero el problema catalán continúa

En las últimas horas hemos asistido al derrumbe definitivo del procés, que ya sólo tiene como único defensor a Carles Puigdemont, el ex presidente de la Generalitat fugado y aislado en Bruselas que va camino -si no lo ha conseguido ya- de convertirse en una figura esperpéntica, como esos personajes de los tebeos que se creen e intentan convencer a los demás de que son Napoleón. Antes de la aplicación del artículo 155 de la Constitución, no eran pocas las voces que advertían que su puesta en marcha podría desatar una oleada de protestas callejeras que desembocasen en un serio e inmanejable problema de orden público en las ciudades y pueblos de Cataluña. Nada más lejos de la realidad. La prueba más patente de que el procés se ha desinflado como un buñuelo frío fue la fracasada huelga general del pasado miércoles. Con todo el ex Govern que impulsó la Declaración Unilateral de Independencia en la cárcel o huido, los independentistas apenas pudieron movilizar a los estudiantes -históricamente muy proclives a cualquier tipo de algarada- y a militantes muy comprometidos que, eso sí, pudieron cortar importantes vías de comunicación debido a su determinación y a la pasividad de una Policía que no quiere volver a facilitar a las hipersensibles opiniones públicas europeas las imágenes de cargas del pasado 1-O. Sin embargo, la gran mayoría de los ciudadanos y de las empresas catalanas, independientemente de su orientación política, intentaron hacer su vida laboral normal.

Cada vez queda más patente que la convocatoria de elecciones el 21 de diciembre por el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha sido un enorme acierto. Desde que se produjo el anuncio, el bloque independentista, que ya se encontraba muy dividido por los debates sobre la DUI, se ha roto inevitablemente y cada partido ha corrido por su cuenta para posicionarse lo mejor posible en los comicios. Fue casi cómico ver al ex president y a los ex consellers reivindicándose como el Gobierno legítimo de Cataluña al mismo tiempo que anunciaban sus candidaturas a unas elecciones convocadas, al amparo del artículo 155, por el presidente español. La falta de coherencia de los soberanistas es llamativa.

La guinda la puso el jueves la todavía presidenta del Parlament, Carme Forcadell, y los otros miembros de la Mesa de la Cámara, al renegar del procés y la DUI y acatar sin fisuras la Constitución y el 155 para eludir la cárcel. Ya nadie se acuerda de los Jordis y Puigdemont se encuentra más solo que nunca. Es cierto que el problema catalán no está ni mucho menos resuelto, pero hoy por hoy, lo que se ha denominado el procés ha naufragado definitivamente entre muestras insólitas de esperpento.

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