La Encuesta de Ocupación Hotelera del el Instituto Nacional de Estadística (INE) revela que la provincia perdió un 2% de viajeros durante el segundo mes del año, en comparación con los datos del mismo periodo en el ejercicio anterior. Son 1.603 turistas menos que en febrero del año pasado, cuando la cifra alcanzó los 82.097, dato que este año se ha quedado en 80.492. Es cierto que la bajada no es tan acusada como la registrada en enero, si bien llama la atención que el turismo, que lleva aportando datos buenos prácticamente tres años, acumule variables negativas. Esas cifras ponen de manifiesto algo ya sabido en Córdoba, pero que no se soluciona, como es el de acabar con la estacionalidad y diseñar una oferta atractiva capaz de atraer visitantes durante todo el año. Pero como siempre, la provincia llega tarde a este debate, ya que hoy mismo, con el arranque de la Semana Santa, se inicia -o debería- la temporada alta en Córdoba, un periodo que tendrá su punto álgido en los meses de abril y mayo. Para entonces, volveremos a discutir sobre el excesivo coste de los hoteles, los problemas puntuales de gentrificación o la excesiva concentración de personas en el entorno de la Mezquita-Catedral.

Queramos o no, el sector turístico tiene que ponerse de acuerdo con las administraciones para ir en la misma senda, de manera que mientras los responsables de las instituciones deben marcar cómo realizar esa promoción, los empresarios se involucren para decidir dónde acudir, entre otras cosas. Sólo así podrán mejorarse esas estadísticas del inicio del año, que no pueden pasar desapercibidas ni servir como resignación a la espera de que la primavera muetre otros resultados. La competencia de otros destinos, la continua evolución de territorios con características similares a las de Córdoba deben ser un aliciente más para echar a un lado los enfrentamientos y polémicas estériles entre todas las partes implicadas en un sector que es clave para la provincia.