Puigdemont aboca a Cataluña al artículo 155

Puigdemont ha podido parar el 155 y no ha querido. Sólo él es el responsable de la intervención de la autonomía catalana

Si a alguien que mantenga la más mínima lealtad a la Constitución y a las instituciones democráticas -la Generalitat entre ellas- le quedaba alguna duda sobre la idoneidad o no de la aplicación del artículo 155, ayer se le tuvieron que despejar completamente. Tras meses de vulnerar continuamente el ordenamiento constitucional, de convertir el Parlament en una farsa donde no se respetan los derechos más elementales de los representantes del pueblo, de acercar a Cataluña al más desolador desastre económico, de fracturar a la sociedad catalana en bloques prácticamente irreconciliables, de negarse a acudir a las Cortes a parlamentar sobre el problema, de mentir e intoxicar a la opinión pública con consignas y falsos datos que promueven al odio y a la xenofobia, ayer asistimos a una especie de traca final en la que el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, nos sometió a todos a una ceremonia de la confusión jalonada de anuncios y marchas atrás que dejaron, una vez más, perpleja a la prensa internacional, esa tan cara para los independentistas catalanes. Cataluña hizo ayer el más atroz de los ridículos ante todo el mundo y hay un claro responsable de tal dislate: Puigdemont, un político ciclotímico que un día proclama la independencia para suspenderla segundos después; y que otro decide convocar elecciones autonómicas para al rato volver al viejo plan de la declaración unilateral de independencia. Mucho tiempo pasará antes de que veamos un político tan irresponsable y banal en la política española.

Que nadie se llame a engaño. El Gobierno de España puede tener una cuota de responsabilidad en muchas de las cosas que han pasado -quizás por no haber aplicado el 155 antes de llegar a este extremo de degradación política-, pero es sólo Puigdemont el culpable de que el Senado apruebe hoy la aplicación del artículo 155 y, con ello, una intervención sin precedentes del autogobierno catalán. Puigdemont ha tenido hasta el último minuto la posibilidad de parar tal extremo. Sólo tenía que poner las urnas dentro de la legalidad y devolver al pueblo catalán la voz para refrescar el enrarecido ambiente político en esta autonomía. Pero ha preferido sobreactuar, posar ridículamente ante la historia, dejarse llevar por los cantos de sirena de los más radicales. Todo lo demás es secundario. Puigdemont es el único responsable de que Cataluña tenga que ser tutelada por el Gobierno central. Ése será su verdadero legado histórico. No es para estar muy orgulloso.

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