Nueva York: más allá del conflicto catalán

Una de las cosas más nocivas del 'procés' es que nos impide centrarnos en los grandes problemas del mundo actual

Un nuevo y cobarde atentado yihadista, esta vez en la capital por excelencia del mundo contemporáneo, Nueva York, nos saca, aunque sea por un momento, del monotema que nos ha tenido ocupados en los últimos tiempos, el conflicto catalán. Es en estos momentos, al ver las impactantes imágenes de la ciudad cosmopolita, en la que un fanático islamista ha matado con su furgoneta a ocho personas y herido a otras 11, cuando comprendemos hasta qué punto es absurdo un problema como el catalán, que no deja de ser una respuesta a extemporáneas inquietudes de los siglos XIX y XX, y no a las del siglo XXI. El nacionalismo, el levantar nuevas fronteras, al defender un esencialismo identitario y lingüístico, no sólo es una ofensa a la inteligencia, sino que también, por lo menos en el caso catalán, es una apuesta por el pensamiento mágico que poco o nada sirve para resolver la complejidad de los problemas que tienen los ciudadanos de hoy, que habitamos en un mundo complejo marcado por la globalización y sus ambiguas consecuencias económicas, por el cambio climático y por esa gran guerra que mantienen las democracias con el terrorismo yihadista.

Quizás una de las consecuencias más nocivas del llamado procés es que ha supuesto y supone una auténtica distracción para muchas de las cabezas pensantes de la sociedad española que deberían haber utilizado sus energías en intentar solucionar los problemas antes citados. Políticos, policías, profesores universitarios, científicos, empresarios, periodistas y un largo etcétera llevan meses trabajando en un conflicto provocado por aquellos que habitan en conceptos mentales completamente superados por la historia.

Al menos, el atentado yihadista de Nueva York, muy parecido al sufrido este verano precisamente en Barcelona, debería recordarnos a los españoles el mundo real en el que vivimos, sus problemas, sus amenazas y sus retos. El yihadismo sigue ahí, en nuestras ciudades y con campamentos a pocos cientos de kilómetros al sur de Andalucía. Todos sabemos que volverá a actuar, que cuando menos lo esperemos llenará de nuevo las calles de alguna ciudad europea o americana de muerte y desolación. Ante esta evidencia todo el procés y sus protagonistas -cada vez más aislados y actuando a la desesperada- se empequeñecen hasta límites insospechados, pese a todo el estrés al que están sometiendo a la democracia española desde hace meses. El problema del procés no es sólo su injusticia, sino sobre todo la inmensa pérdida de tiempo que supone.

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