EEUU se asoma al abismo del populismo

Trump es un aviso más de que las democracias occidentales deben repensarse o perecerán a manos de los demagogos

Eeuu elige hoy al que será su presidente durante los próximos cuatro años, una decisión que tendrá importantes repercusiones en el resto del mundo, especialmente en materias como la economía o la seguridad. Aunque algunos llevan profetizando desde hace años su decadencia definitiva, lo cierto es que Norteamérica sigue siendo la primera potencia del mundo industrial, tecnológica y militarmente, además de un referente para las democracias occidentales y todos aquellos países que creen en el Estado de Derecho. A su lado, alternativas como China o Rusia -que todavía están a años luz de EEUU- resultan completamente innecesarias e inconvenientes. En el actual mundo globalizado, EEUU sigue siendo el país que marca los ritmos para bien y para mal. Por eso, lo que suceda en las elecciones presidenciales norteamericanas tendrá un efecto directo en nuestras vidas.

Según las últimas encuestas, aunque la candidata demócrata Hillary Clinton tiene una ligera ventaja, no se descarta en absoluto una victoria del candidato republicano, Donald Trump. Esto, en comicios anteriores, hubiese tenido una evidente importancia, pero limitada. Sin embargo, ahora el resultado final está cargado de cierto dramatismo. La victoria de Trump supondría la entrega de la Presidencia de EEUU a un populista de derechas que no esconde sus ideas antisistema. Con este excéntrico millonario que encandila a la clase blanca trabajadora con sus mensajes xenófobos y aislacionistas, el mundo será, con toda probabilidad, más inestable y más impredecible.

El problema, y sobre lo que se debería reflexionar muy seriamente, es cómo un candidato de tan gruesa factura ha conseguido encandilar a una buena parte del electorado de la democracia más antigua del mundo. A estas alturas, parece claro que la candidata demócrata también presenta muchas limitaciones, las mismas que está demostrando gran parte de la clase política tradicional en el mundo occidental. Clinton es percibida por muchos ciudadanos norteamericanos, y probablemente con razón, como una nueva representante de un cierto despotismo ilustrado que está dispuesto a garantizar el orden mundial y el Estado de Derecho, pero que es poco sensible a los sufrimientos de una clase media y trabajadora que ha sufrido en sus carnes la devastadora crisis económica, quizás porque ha perdido la capacidad de escuchar a las sociedades que representa. Trump es un aviso más de que las democracias occidentales deben repensarse y renovarse o perecerán en manos de los charlatanes y los demagogos.

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