Cataluña, de locomotora a lastre

El 'procés' ha supuesto un duro golpe a la recuperación económica no sólo para Cataluña, sino para el conjunto de España

El ministro de Economía, Luis de Guindos, ha cifrado en unos 1.000 millones de euros el coste que ha tenido para Cataluña el denominado procés. Este cálculo se basa en el impacto que ha debido suponer para el PIB catalán, de unos 200.000 millones, la desaceleración del crecimiento de la economía de esta región en unas cuatro o cinco décimas (del 0,9% al 0,4%) desde que comenzó la aventura soberanista. Evidentemente, los números realizados por De Guindos pueden ser discutibles, pero de una cosa no cabe la menor duda: el procés, más allá del evidente desastre político y social, supone también un duro golpe a la recuperación económica no sólo para esta comunidad autónoma, sino para el conjunto de España y, por tanto, para la misma Europa.

La situación es tan grave que, desde el cuarto trimestre del 2017, cuando las políticas independentistas fueron más virulentas, Cataluña ha dejado de ser la locomotora económica de España para convertirse, según el propio ministro de Economía, en un "lastre" para el conjunto del país. De ser así, podríamos estar asistiendo a una auténtico cambio de paradigma de la estructura económica territorial de España, en el que -y eso es lo más increíble- el principal motivo no ha sido la coyuntura internacional, el precio del petróleo o cualquier arcano de la ciencia económica, sino la deliberada acción de un grupo de políticos irresponsables de acercar a Cataluña a su ruina para cumplir el desfasado e infantil sueño de tener un miniestado independiente en un mundo que está experimentando un evidente proceso de globalización.

Desde que las empresas catalanas empezaron a abandonar su territorio quedó claro que, además de un dislate político, jurídico y social, el procés era un suicidio económico. Lo paradójico es que este derrumbe económico de Cataluña está beneficiando a otros territorios, como Madrid, a los que el nacionalismo catalán culpa de gran parte de sus males. Más allá de esta anécdota, lo cierto es que la desaceleración de la economía catalana está afectando a la recuperación general de España tras una dura crisis. Este es el resultado del aventurerismo político y de un Gobierno autonómico que, en los últimos años, se ha dedicado en exclusiva a la pasión independentista sin tomar ninguna iniciativa considerable para mejorar la condición económica y social de sus ciudadanos. Cataluña empieza a ser un lastre para España. Probablemente, lo será durante muchos años.

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