Ni víspera ni gozo

Los que amamos la Semana Santa somos los que tenemos que defenderla y reclamar una vuelta a la cordura

El sentido de la fiesta es el de la interrupción de la vida cotidiana para celebrar una solemnidad o una fecha especial. Lo que justifica una conmemoración festiva es precisamente eso: la exaltación de un hecho concreto y lo extraordinario de la fecha. La ilusión por la espera, la ansiedad por la llegada de unos días felices quedaron magistralmente recogidas en lo que Pedro Salinas supo definir como Víspera del gozo. Los entusiastas disfrutan más en la víspera que en la fiesta.

Estamos en los días previos a la festividad por antonomasia en Andalucía. Aparte de las fiestas locales, la celebración de la Semana Santa se extiende por toda la geografía andaluza y goza de una salud tan fuerte que corre el riesgo de convertirse en un problema similar en su mecanismo al de las enfermedades autoinmunes. En mi opinión, todo lo relacionado con la Semana Santa está sobredimensionado. La estética de la Semana Santa se ha adueñado de gran parte del año. Lo que en principio no debería pasar de siete días y un periodo de vísperas que podría abarcar, tirando largo, la Cuaresma, se ha extendido al resto del año sin dejar resquicio alguno para otros tiempos del año litúrgico. El primer día del año ya comienzan quinarios y triduos e, inmediatamente, siguen traslados, vía crucis y ensayos de bandas y costaleros. Ya no es una semana, sino una decena santa al incorporarse el Viernes de Dolores, el Sábado de Pasión y el Domingo de Resurrección. Tras éste, nuevamente traslados, procesiones de gloria, cruces de mayo que parecen auténticas cofradías, procesiones "ilegales", conmemoraciones especiales y aniversarios, todo ello con más pasos en la calle, hacen que se tenga la sensación de estar saturado de tanto más de lo mismo. Incluso una festividad tan importante como el Corpus, otrora la fiesta más importante de la ciudad, ha sido absorbida por la estética semanasantera y se ha convertido en una insufrible sucesión de representaciones que cansa al más pintado.

Los que amamos la Semana Santa somos los que tenemos la obligación de defenderla, de reclamar una vuelta a la cordura y no perder el sentido de la medida. Como en alguna ocasión ha dicho mi admirado Carlos Colón, si nos cansa a los que nos gusta, no digamos a los que están en contra. A éstos, no paramos de darles argumentos para criticar y, de seguir por este camino, no podemos negar que no les falta razón.

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