Hoja de ruta

Ignacio Martínez

El veredicto irlandés

CON la crisis y los precios subiendo, lo único que nos faltaba era un fracaso en el referéndum sobre el Tratado de Lisboa en Irlanda. A mediodía de hoy se sabrá si los irlandeses han aprobado el Tratado, en el único referéndum que se va a celebrar en toda Europa. Esta vez ni británicos, ni daneses, ni franceses, ni holandeses. Nadie se va a atrever a preguntarle a la gente.

Anoche la participación era tan baja en Irlanda que hacía presumir lo peor. Una foto en la portada del digital del Irish Times, de un tipo que quería batir un récord Guinness, parecía un mal augurio: se estaba tragando 27 sables rematado cada uno con la banderita de un país miembro de la Unión Europea. Un triunfo del no, auspiciado por una derecha fundamentalista católica, la izquierda verde o el movimiento republicano Sinn Fein, se le atragantaría a los mercados y paralizaría las instituciones. Aunque ya lo han hecho 19 países, no puede entrar en vigor el nuevo Tratado si uno sólo de los socios no lo ha ratificado.

Hay un precedente irlandés: en 2001, en el referéndum sobre el Tratado de Niza sólo votó el 34% de la población y salió que no. Hubo que hacer algunos retoques y esperar hasta octubre del 2002 para que otra consulta popular le diera la vuelta a la situación. Con el Tratado de Maastricht pasó lo mismo en Dinamarca: en el 92 fue rechazado y, tras dejar fuera del euro a la corona danesa, fue aprobado en el 93. En todos los casos el no ha supuesto un disgusto continental.

Es curioso que algunas de las razones por las que votaron en contra de estos tratados daneses e irlandeses sean completamente contrarias. Dinamarca es de los países que más cómodos se sienten con el protectorado militar que ejerce Estados Unidos sobre Europa desde la II Guerra Mundial. "Cualquier cosa menos ver otra vez los tanques alemanes por las calles de Copenhague". Maastricht le sonó a los daneses a ejército europeo, por la "identidad europea de defensa" recogida en sus artículos. Y los daneses preferían la OTAN tutelada por el Tío Sam. A los irlandeses, neutralistas como los suecos o los austríacos, no les gustó el viraje de los tratados siguientes, Amsterdam y Niza, y rechazaron éste último, entre otras cosas, por la mención expresa a la OTAN.

Hay otras razones para que recele un país que hoy es el segundo con más renta per cápita de la UE. El síndrome del nuevo rico. Cuando se aprobó Maastricht, en diciembre de 1991, Irlanda entró a formar parte del club de países que recibirían miles de millones de euros de un fondo cohesión, para la convergencia hacia la moneda única. Despectivamente a los cuatro pobres se les llamó los cerdos, por la gracia de sus iniciales en inglés, PIGS, Portugal, Ireland, Greece y Spain. Hoy conoceremos el veredicto irlandés y sabremos si podemos respirar tranquilos o tenemos un motivo más de preocupación.

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