¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Los verdes llanos

Esta mezcla de chalés y referéndums deja más clara que nunca la condición caudillista de Pablo Iglesias

En TVE hemos visto alguna vez Las verdes praderas, película que el oscarizado José Luis Garci estrenó en 1979, y que tiene como protagonistas a Alfredo Landa (en su versión dramática, sin suecas ni picardías) y María Casanova, quien fuese una de las musas progres de la Transición. El argumento viene que ni pintado para nuestra trepidante actualidad: una pareja con niños pequeños y futuro profesional prometedor se compra un chalé en la sierra madrileña para cumplir con un sueño que, poco a poco, se va convirtiendo en pesadilla. Al final (¡cuidado, espoiler!) la mansión serrana se transforma en la pira funeraria donde arden muchas frustraciones y posibilita el inicio de una nueva vida, más auténtica y libre.

No sabemos si la mansión adquirida por la pareja Iglesias-Montero será pasto del fuego (rogamos a Santa Bárbara que no), pero sí que ya se ha convertido en una trampa que puede dañar muy seriamente la carrera política del tándem morado. Es normal que a un político que ha fundamentado su fulgurante carrera en presentarse como un nuevo paladín de los pobres se le exijan cuentas cuando trasciende que se ha comprado un keli propio de Ricos y famosos. Por mucho menos, por una mariscada que cualquiera puede pagar en Romerijo con la paga extraordinaria (siempre que no sea un joven miembro del precariado), el concejal comunista de Sevilla Antonio Rodrigo Torrijos sufrió un auténtico calvario que arruinó su vida política.

En un alarde de soberbia leninista, Pablo Iglesias e Irene Montero han convocado un referéndum para que las santas bases decidan sobre su continuidad al frente de Podemos, como si el hecho de que ganasen dicho plebiscito les eximiese de la profunda incoherencia que existe entre sus palabras y sus actos. Con este esperpéntico abuso de la idea del referéndum, tan de los políticos populistas, Iglesias y compañía llevan a la militancia de Podemos a un cul de sac: si vota a favor del binomio, quedará a la altura de todas las militancias, es decir, a la de los rebaños acríticos; si vota en contra, descabezarán, quizás mortalmente, un proyecto que ha sido diseñado a mayor gloria del futuro vecino de Galapagar.

Esta mezcla de chalés y referéndums deja más clara que nunca la condición caudillista de Pablo Iglesias, probablemente aprendida en los feraces y verdes llanos de la Venezuela chavista.

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