Punto de vista

José Ramón del Río

jdel35@hotmail.com

La utilidad de la Monarquía

El mensaje del Rey no fue tibio ni contemporizador, y contrasta con tanta petición de diálogo

En abril del año pasado, comentaba en estas mismas páginas mi viaje a Barcelona y, como es lo propio, le prodigaba los obligados elogios a esa gran ciudad y a sus vecinos. Terminaba el artículo recomendando su visita "mientras no sea necesario el pasaporte", quizás molesto con el anciano benedictino que había oficiado en Montserrat la misa en catalán, incluso la plática, cuando de la falta de respuesta de los fieles había podido deducir que ninguno de los presentes entendíamos esa lengua y que el latín es la lengua universal de la Iglesia. Me arrepiento ahora de esa recomendación y concluyo, como los supersticiosos, que no es bueno mentar desgracias. Como siempre ocurre con ellas, hay todo un coro de voces, no precisamente bien conjuntadas, que dicen lo que se debía haber hecho, pero callan cuando se les pregunta qué hay que hacer ahora para resolver el entuerto. Aunque no hay mal que por bien no venga, porque podrán comprobar los españoles, monárquicos, republicanos e indiferentes la utilidad de la Corona, personificada hoy en Felipe VI. En el discurso que pronunció su padre el rey Juan Carlos, al sancionar la Constitución, mandaba a todos que la cumplieran y recordaba que, cuando fue proclamado dijo que, "el Rey es el primer español obligado a cumplir con su deber". Por ello, Felipe VI, aunque Rey constitucional, al ser Jefe del Estado, entre sus obligaciones se encuentra "guardar y hacer guardar la Constitución y las leyes y respetar los derechos de los ciudadanos y de las comunidades" y es, también, a su majestad a quien corresponde convocar a referéndum, en los casos previstos en la Constitución.

Se encuentra pues plenamente legitimado para su mensaje en televisión, en el que subraya que estamos viviendo momentos muy graves para nuestra vida democrática por la pretensión de la Generalitat de proclamar ilegalmente la independencia de Cataluña; denuncia el incumplimiento de la Constitución y de su Estatuto y les acusa de deslealtad hacía el Estado. No es pues un mensaje tibio ni contemporizador. Contrasta con tanta petición de diálogo, cuando este es absolutamente ineficaz para conseguir algo que en ese momento no está contemplado por las leyes y que, en su consecuencia, es ilegal.

La reacción al mensaje real no sorprende. Apoyo de los partidos considerados constitucionalistas, PP, C's y PSOE, aunque este último, con matices (porque vuelve a pedir diálogo, esta vez en forma de entendimiento). Críticas de parte de Podemos y también de su asistente, Alberto Garzón, de IU y PC.

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