La vuelta olímpica

Francisco / Merino

¿Cómo están ustedes?

AQUEL jocoso interrogante de los célebres payasos de la tele, que incluyendo la atronadora respuesta afirmativa del coro infantil forma parte del imaginario colectivo de varias generaciones de niños españoles, es ahora un macabro chiste en el entorno cordobesista. La gente anda mal, fatal. Desde el campo a los despachos. El aire se ha viciado, los reproches se airean y cada cual va preparando su arsenal de excusas para cuando llegue el tiempo de rendir cuentas. Que llegará, sea cual sea el desenlace. Porque el equipo, aunque lo parezca, no está muerto. Está a cuatro de la permanencia y quedan 18 en juego. En peores situaciones se ha visto.

Hace ya mucho tiempo que sobran palabras y faltan hechos. Testimonios de vida, por seguir la moda de esos símiles médicos que se han instalado -han vuelto a hacerlo, sería mejor decir- en todos los departamentos de la casa blanquiverde. La angustia de Pierini, el capitán del equipo, sobrecogió a quienes le escucharon desgranar sus impresiones apenas unas horas después de lo de Elche, el enésimo fiasco de una campaña increíble. Ayer, Campanero reconoció con amargura que los cuidados que recibe un enfermo pueden resultar inútiles si éste no quiere vivir. El enfermo, obviamente, es el Córdoba, al que ahora mismo parece que no lo arregla ni el doctor House. El equipo está deprimido porque no gana y no gana porque está deprimido. Son mejores que lo que demuestran, eso está claro. Llegados a este punto, de ellos depende (de los jugadores y de José González, fundamentalmente) que esta pesadilla termine. Aún puede ser con sonrisas. Pero si no es así, al menos con orgullo.

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