La tienda de consuelos

En Grecia hubo un abogado que puso una "tienda de consuelos" para poder aliviar cualquier sufrimiento síquico

¿responden a los intereses de los ciudadanos las noticias que aparecen en la primera página de un periódico de un día cualquiera? ¿son en realidad esas, aproximadamente doce o trece, noticias un reflejo de las preocupaciones de la gente?, ¿el afán informativo del que coge un diario se sacia con ese croquis de lo que ha pasado? Trabajos de sociología se han ocupado con cierta periodicidad en conocer hasta qué punto lo que consideran los periodistas que es lo más importante, lo es en verdad para los lectores.

Y no es fácil responder a esta cuestión. Decía Ortega y Gasset que a la prensa y a los medios de comunicación en general no se recurre para enterarse de las noticias o conocer los acontecimientos que han ocurrido en el mundo sino para comprobar que lo que ha pasado coincide con el ánimo, el pensamiento o las convicciones del que lee; que, como ocurre en los mítines donde sólo se predica a los convencidos, cada uno selecciona como objeto de lectura, o rehuye con cuidado, aquello que previamente se ajusta o no a su estado afectivo e intelectual, a su opinión. Y de esta manera el que está enfadado con el gobierno, por la razón que fuere, lee y relee sus errores para recrearse en ellos; de la misma forma que quien se siente parte del poder se dispone a oír la tertulia en la que casi siempre se dice que todo funciona bien. Y mientras el resentido se alegra de las desgracias ajenas, el optimista mira de reojo la clasificación de su equipo. En cuanto al pesimista es opinión común que su objeto de lectura más inmediato son las esquelas con la esperanza de no ver la suya. Pero más allá del tópico, o incluso de la broma, la verdad es que cada noticia produce una reacción diferente según sea el pensamiento y las motivaciones de cada uno, por lo que a fin de cuentas el mundo es más una proyección nuestra que un lugar en el que ocurren cosas.

En Grecia hubo un abogado que puso una "tienda de consuelos" en la que presumía poder aliviar cualquier sufrimiento síquico con la fuerza de las palabras. Antifonte, que así se llamaba, llegó a escribir para un mismo proceso hasta cuatro discursos: uno a favor y otro contra la acusación, uno a favor y otro contra la defensa. Es lo que un clásico calificó como el mercado de las ideas. Lo que pasa es que probablemente hoy sepamos, mejor que antes, que las ideas son la forma que el hombre ha inventado para justificar sus sentimientos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios