Por mi banda

Raúl Díaz / Rdiaz@ Eldiadecordoba.com

El tiempo y el tiempo

UN manto gris cubrió el Córdoba-Racing de Ferrol. Fue el reflejo de los miedos de los dos equipos y el pavor de una afición, la blanquiverde, con un nudo en la garganta. En un partido malo, a trompicones, con un solitario gol en propia puerta, el triunfo fue la mejor noticia. De hecho, era lo único que contaba. Ganar de cualquier forma. Y segundos después de que Bernabé García decretara la conclusión, las nubes se abrieron y el sol iluminó la grada de Preferencia. Una estampa repleta de misticismo. Se había dado un paso fundamental hacia la permanencia, pero los caprichos de la meteorología ofrecieron otra escena simbólica: de repente, un agrio viento se levantó en El Arenal. Y sopló fuerte, con rachas violentas, mancillando el albero. Un aviso en toda regla.

Porque el Córdoba llegará vivito y coleando a San Sebastián, aunque todavía está expuesto a la crueldad de la muerte. Es así de crudo. El lejano 23 de julio, hace ya más de diez meses y medio, Paco Jémez se puso al frente de un proyecto que ahora agota su oxígeno de la mano de José González. Parece mentira -y es una verdad como un templo- que hasta seis conjuntos se jueguen la salvación en 90 minutos, y que otros tres dependan de su tino y/o de los fiascos de sus rivales directos en la última jornada para ascender o quedarse a las puertas. Y uno de ellos es la Real Sociedad, el que peor lo tiene. Por abajo, el Córdoba es el que mejor lo tiene. Uno pelea por hollar la cima; el otro, por no despeñarse.

Avanza el reloj, a su ritmo. Llegará la cita de Anoeta. Será un ratito en la tarde de Donostia. Y ése, el partido de los partidos, pasará. Y usted volverá a su trabajo el lunes, con la sonrisa por bandera o el alma rota. En apenas 90 minutos. Apenas. El tiempo es oro.

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