La temporada

El placer caracolero es para todos los que al salir del trabajo disfrutan de una vida en la que no todo es invierno y facturas

La veda del caracol quedó ayer abierta. Buena época pues para los que amamos este humilde manjar gastronómico, pariente pobre de la gastronomía cordobesa. Ninguna cofradía culinaria lo reclama, nadie lo reivindica en recetarios lujosos o en restaurantes costeados como al rabo de toro o al salmorejo, pero aún así somos miles los que disfrutamos de la campaña del caracol con devoción y entusiasmo, los impenitentes miembros de la Córdoba popular y caracolera. Y no sólo por lo que significa de delicia para el paladar en cualquiera de sus versiones -clásicas o de nuevo cuño- sino que la temporada del caracol simboliza la llegada de la primavera, la salida del plomizo invierno cordobés, de esa época en la que la ciudadanía, más allá del trajín de la Navidad, se enclaustra en su casa apenas pasado San Rafael para salir poco más que a trabajar y a tirar la basura. También, claro, influye el patrimonio, porque si uno se toma en serio la temporada lo suyo es recorrer la ciudad para ir probando aquí y allá. Paseitos pues bien aprovechados tanto por la Córdoba clásica, por esas plazas de la Magdalena, el Cristo de Gracia o San Agustín, como por la Córdoba más moderna, la de las avenidas -Agrupación Córdoba, Cruz de Juárez, Carlos III, Hernán Ruiz...-, donde los puestos de caracoles han proliferado como setas durante los años de crisis en los que cada cual se ha ido buscando las habichuelas como mejor ha podido. La temporada del caracol se presenta en suma casi que como una forma de vida primaveral, y mejor que siga al estilo de siempre y no se nos vuelva demasiado esnob ni pija ni relamida. Con su barra de chapa, su cerveza de quinto, su palangana para ir echando los restos y esa cuenta que te en echan en una libretilla, a mano y con boli, y que todo el mundo acepta de buen grado y sin revisión por no pecar de tiquismiquis o de roñoso... Así es la liturgia del caracol y así debe de seguir, como algo popular, de la gente. De todos esos que al salir del trabajo disfrutan del placer de pararse un ratejo para, entre caracol y cerveza, redescubrir que la vida es algo más que el invierno, y las prisas, y las facturas, y el bus, y el puñero suspenso de los niños. Córdoba caracolera. Córdoba festiva. Córdoba vital.

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