Reloj de sol

Joaquín Pérez Azaústre / Azaustre@yahoo.es

La televisión pública

MARIANO Rajoy no quiere acudir a la televisión pública porque dice que está manipulada, intervenida, que es una televisión esencialmente gubernamental. A Rajoy le entra la papeleta o se la meten otros, esos asesores enemigos que parecen empeñados, día tras día, en hacerle la cama al candidato, quizá para ocupar su sitio áspero. Debe de ser muy áspero el sitio de Rajoy, igual que su voz áspera, su discurso áspero y este hartazgo áspero que causa ya Rajoy con sus berrinches. Esto, lo de ahora, es un berrinche. Rajoy ha retomado una estrategia muy de niño mimado, muy de queja continua, muy de pataleta incorregible, que en las últimas semanas se había desvanecido misteriosamente. El misterio era el asesinato miserable de dos guardias civiles. Una vez cumplido el papeleo, ese hombre de Estado que pudo ser Rajoy ha vuelto a quedar tan enterrado como los cuerpos de los dos muchachos, lo que es una tristeza y una hartura.

Rajoy dice que la Televisión Española no es independiente, que independientes son las otras. Al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, el Gobierno de España, como le gusta tanto reiterar en esta turbación españolista forzada por banderas a la calle, se le pueden reprochar algunas cosas, o muchas, según se mire. Sin embargo, el cambio de Gobierno fomentó una revolución televisiva: apareció el debate, que desde tiempos muy ulteriores no había tenido cabida ni en la televisión pública ni en ninguna otra. ¿No recuerdan el cambio sideral? Ahora estamos acostumbrados a los debates televisivos, pero lo cierto es que hace exactamente cuatro años no había ningún debate que mirar.

Fue precisamente el cambio de Gobierno el que inició el arranque de esta nueva era en la disputa, empezando por el programa 59 segundos de TVE1, arriesgado y novedoso, criticado al principio precisamente por el límite del título, por esa concentrada brevedad, que ha terminado dando frescura, dinamismo, vigor a la polémica. A partir de ahí, se fueron animando las televisiones autonómicas, y también las privadas. Esta ha sido, de entre las legislaturas recientes de la democracia, la que más programas de debate ha emitido en las distintas cadenas, algo impulsado, a partir del 14 de marzo, por el Gobierno del PSOE. El cuidadoso tratamiento a la oposición en TVE, como es fácil comprobar en hemerotecas y en Youtube, ha sido plural, y hasta extremado. Mariano Rajoy lo sabe, porque la suya fue la Televisión Española de Alfredo Urdaci, la que negaba las manifestaciones contra la guerra o la huelga por el decretazo. No es que tenga miedo a Zapatero: es que tiene miedo a la verdad. Su estatura reciente, equilibrada, un espejismo.

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