Hace unos meses me salté mi criterio de no introducir aquí temas profesionales. Lo hice porque, en verdad, hablar sobre las condiciones abusivas que los bancos españoles han aplicado con carácter general a los consumidores, y no solo a los consumidores, es más social que jurídico. Vuelvo a hacerlo ahora porque asistimos a una ceremonia publicitaria que poco tiene que ver con la justicia. Si alguien me cobra más de lo que debe, tiene que devolvérmelo. Esto es de puro sentido común. Para lo puntual, aunque se repita frecuentemente con diferentes actores, no es necesario que intervenga la autoridad porque se soluciona de distintas formas: hablamos, me lo reconocen y me lo devuelven; pasan de mí, reclamo por escrito y me responden sí o no y, si es sí, me pagan; o ni caso, así que al Juzgado y a ver qué pasa. Vale. Cuando el tema es generalizado, como aquí, puede y debe intervenir la autoridad. Para ahorrarnos a todos el mal rato y solucionar la cuestión rapidito.

El tema de que los bancos hayan cobrado más intereses de los que debían en las hipotecas porque metían de rondón cláusulas suelo en los préstamos en este bendito país de propietarios deudores, de trabajadores hipotecados a veinticinco años, se generalizó de lo lindo. Adquirió dimensión social, especialmente cuando a finales del pasado año el Tribunal Europeo de Justicia le dio un bofetón a estas prácticas bancarias en la cara del Reino de España. Y, entonces, intervino la autoridad. Torpe y cínicamente. Uno: instauró un sistema de reclamación extrajudicial para no colapsar los juzgados por demandas que no ha funcionado porque solo se ha devuelto por ese sistema un tercio de lo provisionado por la banca española para hacer frente a los reintegros. Lo sabían. Dos: más tarde, dejó solo un juzgado por provincia para resolver los pleitos que quedaran tras el "éxito" de este sistema extrajudicial; sesenta mil demandas más desde entonces que podrían haberse dividido en más juzgados útiles para ello y que ahora colapsan los destinados a esa finalidad específica. Lo sabían también. Y lo peor: sabían, como sé yo, como sabe usted, que esto se cortaba con un rotundo decreto que obligase a devolver, sin más, lo que se han llevado calentito. Pero, como lo sabían, no lo hicieron.

Ahora a los suelos se suman, progresiva pero ininterrumpidamente, demandas por otros abusos, menos comunes aunque igualmente perjudiciales para los clientes y económicamente lucrativos para el abusador: comisiones por descubiertos, ejecuciones por un solo impago, fórmulas de cálculo de los tipos de interés, aplicación de índices manipulables como el IRPH, hipotecas multidivisa, gastos notariales y de registro… ¿Respuesta? Cero. Y no la esperen. Ni un canto de sirena más. No confíen. Peleen. El que lo intenta bien y resiste, gana. Y esto también lo saben.

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