¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Del sexo

El sexo, tanto en su versión gratuita como de pago, siempre ha estado presente en el debate público

Me atreveré a sugerirles una lectura: Historia de la prostitución en Andalucía (Fundación José Manuel Lara), libro escrito al alimón por Andrés Moreno Mengíbar y Francisco Vázquez. En sus páginas encontramos un recorrido por las principales mancebías de las ciudades del sur o las diferentes reglamentaciones que, a lo largo del tiempo, han intentado poner un poco de orden y concierto en un sector en el que la Iglesia o los ayuntamientos llegaron a tener importantes intereses económicos. El ensayo también nos ayuda a reflexionar (aunque no recordamos si esta era la intención de los autores) sobre el histórico fracaso de los intentos de prohibir una actividad que el lugar común califica como "el oficio más antiguo del mundo".

La tentación de recurrir a la broma picante cuando se escribe de la vida alegre es casi inevitable, pero la esquivaremos. La prostitución, en muchos casos, esconde duras historias de marginación y explotación que afloran diariamente en los periódicos. Un club de carretera, esos que dibujan corazones de neón en la negra noche ibérica, puede ser un infierno en la tierra. Pero la prostitución también es una opción madura y libre, por más que nos pueda parecer deprimente. Viene a cuenta la perorata por el movimiento prohibicionista que está proliferando en los últimos tiempos y que tiene claros antecedentes en los jesuitas que se ponían en las puertas de las mancebías a darle con el crucifijo en la cabeza a los clientes o en las cacatúas victorianas que exigían mayor moralidad en los suburbios londinenses. Incomprensiblemente, este nuevo rebrote, de clara raíz feminista, hace especial hincapié en culpabilizar al hombre heterosexual que acude a los burdeles e ignora el extenso fenómeno de la prostitución masculina, cuyos usuarios son hombres homosexuales y -en menor medida- mujeres. El heteropatriarcado no es el único que gusta de los picos pardos.

El sexo, tanto en su versión gratuita como de pago, siempre ha estado presente en el debate público. En los últimos tiempos estamos teniendo sobradas pruebas de ello, desde la polémica del vídeo ¡Hola putero! (la vergüenza ajena aún nos embarga al recordarlo), hasta el reciente manifiesto de Catherine Deneuve y otras intelectuales francesas para denunciar el "nuevo puritanismo" al que nos están condenando las campañas contra el acoso sexual tras el caso Weinstein. Son flujos y reflujos que nos demuestran el alto precio que paga el homo sapiens por intentar poner orden racional y moral en el oscuro mundo de los instintos.

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