Mensaje en la botella

La responsabilidad también es nuestra

Llegó la hora. Arranca en su plenitud el curso escolar. Hasta hoy, todo han sido preparativos, trabajo administrativo, encaje del alumnado en sus grupos, puesta a punto de los centros, recepción del profesorado y un sinfín tareas más que culminan con la recepción de los estudiantes, mañana para Infantil y Primaria y el viernes en Secundaria. En el caso de Córdoba, el periodo lectivo comienza con menos matriculados y más docentes, lo cual no tiene por qué ser negativo, aunque otra cosa es la responsabilidad para fomentar la natalidad, algo tan necesario y que todavía nadie se ha tomado en serio.

Para muchos se trata de un curso más -y seguramente sea así-, si bien es el momento adecuado para reflexionar sobre un asunto como el de la Educación y el papel que la sociedad y las instituciones deben afrontar. Vaya por delante que una primera llamada al orden corresponde a las familias, a las madres y padres que dejan cada mañana a sus hijos en los colegios e institutos y que se conforman con esperar unos resultados académicos que les satisfaga. Ése no es el camino. También nosotros, los progenitores, tenemos responsabilidades en el buen funcionamiento del sistema, no sólo para alertar cuando no se solucionan los problemas, sino para hacer propuestas y mejorar desde nuestra parcela la calidad de la enseñanza. Canales tenemos para ello a través de los consejos escolares, las asociaciones de madres y padres o las juntas de delegados, entidades que en demasiadas ocasiones parece como que nos pillan demasiado lejos. Cierto es también que hay quien ha politizado en exceso federaciones y colectivos que se arrogan la representatividad de las familias y que ejercen de palmeros en órganos de participación superiores, como los consejos municipales o provinciales. Sin embargo, eso no debe ser un obstáculo para tratar de estar en el día a día de nuestros centros, conocer su funcionamiento y exigir medios.

Y hago este apunte porque sé que en los próximos días nos encontraremos con inauguraciones oficiales de esas que nos sonrojan a muchos, con cargos públicos exagerando las bondades de un sistema educativo que es muy mejorable, por el que no se preocupan como deben y al que no aportan soluciones. Veremos a sus adversarios políticos criticándolo todo sin un conocimiento real de lo que pasa en las aulas y que sólo buscan a la desesperada algún rédito electoral futuro. Mientras, los que no tienen otro interés que la mejora de la calidad, escuchamos atónitos dislates de unos y otros.

No hay que ser excesivamente hábil para diagnosticar que la enseñanza en Andalucía necesita, entre otras cosas, reparar los duros recortes que lleva arrastrando desde hace años, de gestores que estén más pendientes de las necesidades de profesores y alumnos que de hacer carrera política, de un sistema de inspección que supere la inoperatividad actual y esa obsesión por cargar de burocracia a los docentes. Y por supuesto, de familias comprometidas que de verdad ejerzan sus derechos y obligaciones sin otros miramientos que la mejor de las formaciones para sus hijos. Si es eso lo que queremos, aunque nos lo ponen cada vez más difícil, está en nuestras manos.

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