Al final ha pasado lo que más o menos se intuía: la Junta de Andalucía ha desistido de cualquier tipo de actuación en el aparcamiento del Reina Sofía y le endosa la papeleta al Ayuntamiento de Córdoba, que tendrá que definir en su plan de movilidad qué parking necesita el Hospital, el modelo de gestión y quién financiaría las obras a realizar si las hubiera. En definitiva, que el estacionamiento se queda igual que está: gratis y con la presencia de asociaciones de apoyo a los parados a los que voluntariamente se les da una propina.

Hay quien piensa que esta marcha atrás del Servicio Andaluz de Salud es un triunfo de la presión social ante el abuso que se cometía al privatizar el estacionamiento y establecer tarifas por su uso un tanto desorbitadas. Sin querer restarle un ápice de mérito a los colectivos que se ha movilizado, me voy a permitir hacer una lectura a la inversa del problema. En mi opinión, más que hablar de ganadores, habría que decir que este proyecto es un fracaso que evidencia cómo se está gestionando el complejo sanitario. Me explico. El modelo público-privado que pretendía el SAS se viene utilizando desde hace tiempo en Europa. Las administraciones recaudan fondos o se aseguran inversiones en infraestructuras públicas a cambio de concesiones a una empresa. En el caso del Reina Sofía, la operación era que la firma adjudicataria construía la ampliación del Materno-Infantil y a cambio se quedaba el aparcamiento durante 20 años. El problema ha surgido por el oscurantismo del Hospital a la hora de explicar este proceso, más allá de que las condiciones del pliego eran muy mejorables. Se ha querido hacer de espaldas a la sociedad, si me apuran hasta con cierta altanería, con lo que el proyecto estaba condenado al fracaso.

Ahora se desecha definidamente, pero el Reina Sofía sigue necesitando una mejora integral del Materno-Infantil, que a nadie se le olvide, y un plan de modernización que está guardado en un cajón. A todo ello hay que unir una gestión mucho más eficaz, en el sentido de que al igual que seguimos siendo una referencia nacional en muchas áreas (trasplantes o investigación) también debemos serlo en cuestiones asistenciales menos mediáticas, como es el día a día del paciente y las necesidades del personal que allí trabaja. El Hospital Reina Sofía ha sido y es bandera de Córdoba, pero sus dirigentes deberían dejarse de postureo, despreocuparse de si los periodistas saben demasiado, no perder el tiempo buscando fantasmas filtradores, asumir que están al frente de un servicio público en el que las personas (pacientes) están por encima de los egos, aprovechar la capacidad de los profesionales de la casa -que son muchos y de reconocido prestigio- y ser conscientes de que optimizar recursos no significa indefectiblemente recortar. Ojalá todo fuera tan sencillo (o no) como decidir sobre el modelo de aparcamiento que necesita el centro sanitario, pero no, los problemas son mucho más complejos de lo que algunos quieren hacernos ver. Los cordobeses seguimos sintiéndonos orgullosos de nuestro Hospital. Que no nos quiten eso.

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