La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

El proyecto de ETA no se acaba

La desmemoria viene bien a los que mantuvieron un silencio cómplice, como muchos curas y algún obispo nauseabundo

Todo lo que ha salido de la rendición a plazos de ETA ha sido para bien. Todo lo que ha sucedido desde que en 2011 la banda anunció su renuncia definitiva a las armas -vamos, a practicar el terror- ha sido bueno para la sociedad española. Todo menos una cosa: el proyecto político de los terroristas no ha desaparecido. Sólo se ha transformado. Pero, ojo, también será derrotado: es cuestión de más tiempo.

Los etarras que quedan (pocos más que los casi trescientos presos enemigos de la reinserción legal) prometen seguir luchando -ahora inermes- por la liberación del pueblo vasco. Traducción: intentarán ganar apoyos y fuerza para un proyecto político totalitario, supremacista y excluyente que está en su origen. Es el proyecto por el que viene luchando Bildu, y antes que Bildu los Batasuna, Euskal Herritarrok y todas las otras fórmulas con que se disfrazaron los amigos y cómplices de ETA para no ser reprimidos por la democracia española. El enemigo a abatir, no se olvide.

La destrucción del Estado español ha sido, sí, la razón de ser de la mal llamada izquierda abertzale, y continúa siéndolo, ahora con la aportación de los terroristas que han entregado las armas, pero no se han rendido. Son pocos, ciertamente. El problema no es su número, sino lo que han sembrado en sesenta años de ejercicio de la violencia. La fractura social no se soldará hasta la llegada a la mayoría de edad de nuevas generaciones (y eso, a condición de que haya voluntad de explicarles un relato de verdad y justicia). La cultura del odio y la intransigencia persistirá durante mucho tiempo, sobre todo en las poblaciones menores en las que todo el mundo se conoce (acudan, si no lo han hecho aún, a la Patria de Aramburu). Y será compatible con la indeseable práctica del olvido: ya son más los vascos que afirman que hay que pasar página sobre la violencia de ETA (44%) que los defensores de cultivar la memoria de las víctimas (y entre los desmemoriados hay que colocar a los que mantuvieron un silencio cómplice contra los crímenes, los que recogieron las nueces de los árboles que agitaban los facinerosos etarras y sus protectores más insospechados, como lo fueron numerosos curas católicos e incluso algún obispo nauseabundo).

Todo ha salido bien, menos estos quistes supurados por la violencia de ETA. Soy optimista. Si no pudieron con nosotros cuando mataban a 80 personas en un año, ¿van a poder ahora que ya no pueden matar?

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