Cuando bajo a mi trastero y veo la cantidad de cajas que contienen no sé qué cosas y tantos bultos indefinibles, me viene a la mente el cínico Diógenes y sus ideales de desprendimiento e independencia de lo material. Algunos, que creemos firmemente en que la solución de nuestros problemas pasa por la política, sentimos que el ideario en el que creíamos ha terminado bajando al trastero con una mezcla de nostalgia y de confusión.

Sí, sobre todo confusión, mucha confusión y no es para menos. Ya no sabemos disociar los fines que se persiguen de los medios que permiten alcanzarlos. Por ello, aparece toda una batería de estructuras políticas con imprecisión ideológica, salvo el que remarca su diferencia con su compañero de acera.

Tenemos un grave problema, el descrédito de la política, el alejamiento de los ciudadanos de sus representantes políticos y el insistente error, denunciado por Einstein, de resolver los problemas con el mismo pensamiento que teníamos cuando los creamos.

Lo que me hace ver nuestra época como particularmente tenebrosa son además de la crisis de los refugiados, ni que Donald Trump y Putin cosechen más entusiastas cuanto más rebuznan, ni el Chavismo ni el auge de Le Pen, ni la falta de cerebro de Rajoy, ni el ataque a la libertad de expresión. Aunque parece que con todo esto una ya va contando.

Lo que me preocupa es que la indignación se ha instalado en un "no te metas en política", consejo que, con voz celestial, nos dan quienes consideran que la política es de profesionales y, con afán de mantener el statu quo, creen que los ciudadanos manchan con sus opiniones los espacios públicos. Partidarios solapados de la ley selvática del más fuerte.

Pues, a pesar de los duros momentos que vivimos, sigo dándole gracias a los que "se metieron" en política, al menos "un ratito" , para imaginar una España más libre, hecha con palabras y con leyes. Hay que repetir, ante los catastrofistas, que nos ha ido bien con la política, pese a sus esfuerzos por desacreditarla. A pesar del duro golpe de la crisis, vivimos mejor, somos más libres y lo hemos conseguido gracias al debate político y a la defensa de los valores democráticos. El descrédito de la política pretende marcar a fuego lento el declive de la comunidad. Está tan humillada que se olvida con frecuencia de todo lo que ha conseguido.

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