Rafalete, la gloria de san agustín

A la playa

Y A comienzan algunos del barrio a irse de vacaciones, que los ves con los coches de maletas hasta al techo, que algunos son más exagerados que la mar y hasta se llevan la olla presión. Hombre, yo lo entiendo, que la calor de aquí es muy exagerada, pero a mí me da algo de pena, que me gusta ver a mis amigos todos los días.

Ayer por la mañana, mismamente, vi a María José, la que vive en la calle Montero, metiendo las cosas en el maletero del coche, y madre mía lo que llevaban, que si han llegado a Fuengirola ha sido de puro milagro, porque el coche iba a reventar. No es que fueran el matrimonio, los tres niños y la abuela, eso no es nada, es que llevaban seis maletas, un colchón, tres tumbonas para la playa, dos garrafas de aceite de oliva, una caja de fruta de la calle Dormitorio, sandías iban tres por lo menos, una colección de ollas y sartenes, la bicicleta de Josemari, el más pequeño, varias bolsas del supermercado y un jamón medio pelado, para aprovechar el hueso para los cocidos, después de comerse los dos bocadillos que le quedaban. Que no les estoy exagerando, que lo vi con mis propios ojos, y que eso lo llevo yo viendo toda la vida de Dios, y ustedes saben que eso es así. María José me dijo que a ella sólo le gustaba cocinar con las cosas de aquí, y que, además, allí en la playa los supermercados le ponen unos precios a la comida de marearse, que te dejabas el sueldo a la primera y que no le compensaba, que mejor llevárselo todo de nuestra Córdoba bendita.

Yo lo comprendo, y más en este tiempo, que tenemos que mirar los duros peseta a peseta, o como se llamen ahora. Eso sí, tardaron en cargarlo todo más de una hora, que anda que Antonio no le dio vueltas a las cosas hasta que pudo encajarlas. Yo no sé la de veces que vi a la abuela y a los niños salir del coche, que aquello parecía un carrusel de la Feria, pero al final todo encajó, como tiene que ser. Un poco apretados, para qué nos vamos a engañar, pero todo en su sitio. Eso sí, menudo petardazo de humo echó el tubo de escape cuando Antonio arrancó el coche, que hasta dejó una mancha negra en la cal de la pared. Yo nunca he estado en la playa más de dos días, que en mi familia nunca hemos podido, por eso me sigue pareciendo curioso ver a mis vecinos irse para la playa en verano. La que también se va, para Fuengirola como está mandado, es Soraya, que tiene allí a una prima que la ha invitado a pasar unos cuantos días. Cayetano ya me está animando a que le hagamos una visita, y yo me lo estoy pensando, qué quieren que les diga, que tampoco quiero estar mucho tiempo sin verla. Quién lo diría, aunque tal vez sea eso que llaman los años. Mejor ni pensarlo.

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