Reloj de sol

Joaquín Pérez Azaústre

El peso del mando

RAÚL ha hecho lo mismo que con Figo, ha acogido a Cristiano debajo de sus alas milenarias de símbolo o de emblema y ha atajado el camino sobre el césped. Raúl, que da la cara, ha dicho que seguirá haciendo lo mismo que durante los últimos quince años: luchar por un puesto en el once inicial del Real Madrid. Me gusta esta franqueza de Raúl, y me gustó ya en sus inicios, cuando en su primer Mundial dijo que se veía campeón del mundo, aunque luego no fue. Raúl se ha visto siempre campeón de todo, lo haya sido o no, en el empeño y en el corazón, y es por esto que me gusta la moral de Raúl, porque la tiene, antes por niño y ahora ya por hombre que ha cumplido sus cuentas con la vida, que tiene una familia y que comprende que el ocaso está cerca.

Sin embargo, Raúl no se amilana, y esto también me gusta de Raúl. Ni se resigna al banquillo ni a ninguna otra cosa, y él sabe mejor que nadie que la liga es muy larga, que hay muchos partidos y que no todos se libran la tarde del domingo. La temporada, que en realidad ha empezado ya, esa gran temporada como en el libro taurino que escribió Fernando Quiñones, ha empezado ya para Raúl en su primera comparecencia como capitán del Real Madrid. Es verdad que Cristiano Ronaldo parece un avión, es un avión, como ha dicho Míchel Salgado, pero esto en realidad no choca con Raúl o con lo que puede dar Raúl, que ha ido interpretando su juego en virtud no sólo del momento que viviera el equipo y de los jugadores que subieran con él junto a las bandas, sino también según sus propias capacidades futbolísticas, que han ido mutando en estos años, de manera que ha sido mucho, y muy variado, lo que ha ofrecido. Pero ha sido mucho más que trabajo, trabajo y trabajo, que es lo que ha destacado José María García muy recientemente de Raúl: porque el trabajo, sin intención, no es nada, y la intención se basa en un conocimiento sobre el campo, en la elección certera ante la cosa múltiple.

En el primer entrenamiento que hemos podido ver, Raúl quizá no se ha picado con Cristiano, pero parecía que sí, que le estaba advirtiendo noblemente, y se han reído juntos, especialmente porque todo lo que en Cristiano es un atletismo vertical en Raúl es tesón fijo y mental. Todo esto me recuerda la película Un domingo cualquiera, en la que el viejo quarterback, interpretado por Dennis Quaid, se ve sobrepasado por el joven y talentoso Jaime Foxx, que al tiempo deberá aprender, del veterano, qué es el peso del mando. Pero, mientras tanto, cuidado con Raúl, que el campeonato es largo.

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