Mensaje en la botella

¿Y cuándo pensamos en la gente?

Podemos ha entrado en Capitulares como un elefante en una cacharrería. La formación morada de Pablo Iglesias y Teresa Rodríguez ha tenido a bien aprobar un documento en el que marca sus exigencia para una presunta confluencia con Izquierda Unida y ponen como condición que IU rompa, desde ahora mismo, allá donde gobierna con el PSOE, en una clara e inequívoca alusión al Ayuntamiento de Córdoba, donde los socialistas gestionan de la mano de la coalición de izquierdas y con el apoyo de Ganemos, la marca blanca podemita en la ciudad. No admite discusión alguna que Podemos tiene todo el derecho del mundo a plantear sus requerimientos a futuros socios. Ellos, y sólo ellos, han decretado que ahora es el momento de hacerlo y de marcar las líneas rojas que consideren oportunas. El mismo derecho que IU ha mostrado al afirmar que son autónomos y que toman sus propias decisiones sin que nadie desde fuera les marque los tiempos. Además, se han encontrado con el respaldo de sus socios socialistas en el Ayuntamiento de Córdoba e incluso con el de Ganemos, que hasta ahora ha hecho siempre lo imposible por no desmarcarse de las tesis del partido morado. En esta ocasión no tenían más remedio que hacerlo, ya que de haber aceptado la exigencia de ruptura del pacto su situación hubiera sido muy complicada.

En cualquier caso, me parece a mí que todo lo expuesto hasta ahora, aunque importante, no es lo más grave de lo que en realidad ha sucedido. Me explico. Hay una palabra que Podemos -y sobre todo su omnipotente líder, Pablo Iglesias- ha utilizado en los últimos años hasta la extenuación: la gente. Pues eso mismo se pregunta un servidor. ¿Ha pensado el partido morado en la gente? Me da la sensación de que no, de que en esta ocasión les ha importado un bledo. Y el razonamiento es bastante simple. Si IU le hace caso y rompe su acuerdo con el PSOE en el Ayuntamiento de Córdoba -en una ciudad con más de 300.00 habitantes-, ¿quién nos gobierna hasta 2018? ¿Un único partido con siete concejales? Por mucho que quisieran, sería prácticamente una labor imposible y menos aún durante dos años. Y menos aún con el plantel que hay, aunque ese análisis ya tocará otro día. Mucho me temo que Podemos no ha querido o no ha sabido medir el efecto de su órdago y le ha podido la arrogancia o la bisoñez en esto de la política. Tras las elecciones municipales de 2015, el Pleno de Capitulares quedó como quedó y hubo dos grupos -PSOE e IU- que decidieron libremente y con la ley en la mano formar un gobierno, guste más o menos. Asumieron una responsabilidad tanto con sus respectivos partidos como con los ciudadanos. Y se hicieron cargo de la gestión. Por lo tanto, pedirle ahora que se rompa ese acuerdo es un desprecio absoluto hacia los vecinos de Córdoba, que lo único que quieren es que los servicios públicos funcionen con garantía y calidad, desde el inicio del mandato hasta que acabe. Y serán los cordobeses en las urnas los que dentro de dos años dirán si están satisfechos con esa labor realizada o que sean otros los que gobiernen. Mientras, que cada partido confluya con quien le interese, pero la gente debe ser lo primero. ¿O es que no les importamos?

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