No creo resultar muy sospechoso de tener grandes simpatías, ni siquiera pequeñas, por el régimen iraní. Nunca defendí a los gobiernos islámicos, inclinados a la ausencia de libertad, confundidos en su ideal teocrático y enfrentados a Occidente, porque la mera existencia de nuestros imperfectos Estados de Derecho los retrate, a la menor comparación, en su retrógrado concepto de sociedad segregada, vigilada y cautiva. Pero el riesgo que el mundo afronta en nuestros días no viene solo del combate ideológico entre nuestras concepciones. Lamentablemente, gran parte de la amenaza reside hoy en el patético, y peligroso, liderazgo del mundo libre.

Trump ha abandonado el Tratado antinuclear con Irán. Ha separado a los Estados Unidos de uno de los avances más significativos para la estabilidad y la paz en Oriente Medio, logrados bajo la administración demócrata del, cada vez más, recordado presidente Obama. La decisión de este hombre rubio ha colocado a los aliados de Estados Unidos en el partido de la democracia y la libertad, o sea, nosotros, en una dificilísima posición porque, aunque los países de la Unión nos mantengamos firmes, el golpe del gobierno estadounidense a la diplomacia que sostuvo el acuerdo nos debilita enormemente.

La gravedad de la decisión es tanta que el presidente Obama, en una absolutamente infrecuente práctica de la democracia norteamericana, ha expresado en un comunicado breve, pero muy bien fundamentado, por qué el Tratado abandonado ahora por Trump no solo no perjudicaba los intereses de EEUU y sus aliados, sino que los fortalecía. El Tratado (alguien debería explicar esta obviedad al actual presidente en su lenguaje -Hey, you fucking fool!-) no se acordó para que Irán pudiera obtener la bomba, desde la confianza en su buen comportamiento, sino justo para evitarlo, con inspecciones periódicas y obligatorias, basadas en la evidencia de la peligrosidad de su conducta en el concierto mundial: se hizo para controlar a Irán, no para confiar en él. Ahora, el imprevisible régimen iraní no tendrá por qué someterse a control alguno. Trump ha liberado el riesgo.

Algunos halcones belicosos han gobernado antes y sabemos que mantener una posición beligerante nunca proporcionó tranquilidad al mundo. Sin embargo, fueron las palomas quienes sostuvieron las más duras contiendas, enfrentándose a la Historia de la Infamia, y vencieron; o desplazando audazmente el riesgo nuclear cierto, porque todos respiramos el mismo aire y todos somos mortales, y nos protegieron. Pero ahora no hay ni siquiera un halcón en la cima, ni tenemos la oportunidad todavía de combatirle con argumentos que lo retiren; aún no. Acaso habita en lo alto un loro nocturno con armas, medios y twitter: la combinación perfecta para irse al cuerno. El peligro, y el drama, es que no se vaya solo.

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