La esquina

josé / aguilar

l a patronal catalana se rebela

CIERTO que -a buenas horas, mangas verdes- podrían haber saltado antes, pero es muy significativo que la patronal catalana haya empezado a sublevarse y presionar para que Artur Mas no acepte las condiciones que exige Esquerra Republicana de Cataluña (ERC) a cambio de dar el voto a su investidura como presidente de la Generalitat en vez de mandarlo a casa después de su fracaso el 25-N.

Condiciones económicas, claro, que afectan a la actividad empresarial: recuperación del impuesto de sucesiones, extensión del de patrimonio e instauración de nuevos tributos sobre la banca, las grandes superficies, las centrales nucleares y hasta las bebidas azucaradas. Un completo aumento de la presión fiscal que está en las antípodas del programa de Convergència i Unió, y de la política que ha hecho hasta ahora.

Fomento del Trabajo y la influyente Cámara de Comercio de Barcelona han puesto rostro y voz al malestar de la burguesía de Cataluña y su rechazo al entreguismo de Mas a sus socios inminentes -e insólitos, porque ya los rechazó en la legislatura anterior, prefiriendo el PP-, en su alocada fuga hacia adelante, reveladora de una talla política enana y miope. Mientras CiU y ERC hablaban del referéndum de autodeterminación, con fecha fija o sin ella, el empresariado de Cataluña no ha dicho ni mu (si acaso, algunos, que se haga dentro de la ley y la Constitución). Los resortes de la protesta y la presión sólo se han activado tras constatar la evidencia de que Mas se dispone a entregarse en brazos de ERC mediante una voltereta ideológica cuya única motivación es conservar el poder. No les ha preocupado, por comodidad o cobardía, la deriva soberanista de un nacionalismo pragmático durante treinta años, sino que les toquen el bolsillo de un día para otro.

Como otros sectores de la sociedad catalana, los patrones organizados se acogen sin dificultad a los sentimientos identitarios en los momentos de apogeo y galope, pero a la hora de la verdad piensan en sus intereses. Piensan que más impuestos significa deslocalización de patrimonios e inversiones, que la independencia -incluso la amenaza de ella- puede traer boicots a sus productos en el resto de España y que la secesión traerá, seguro, la salida de la Unión Europea y el engorroso y costoso trámite de reintegrarse a ella como nuevo Estado.

No es extraño que se subleven. Lo extraño es que no se sublevaran antes.

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