La vuelta olímpica

Francisco / Merino

El partido más feo del mundo

NO es que haya que jugar el partido del domingo como si fuera el último. Es que lo es. Asen ha dado en la tecla. Verán. El madrileño ha insistido en dibujar el encuentro del siglo, la final de finales o como quiera que se le etiquete, como lo que realmente es: una pelea en la que sólo uno sale vivo. El otro se irá de El Arcángel con los pies por delante. Cruel, ¿verdad? Pues así son las cosas. El delantero ha despojado de todo el glamour a un partido al que augura altas cotas de fealdad. Una apreciación en la que coincidieron ayer José González y Julio Pineda, que no esperan una tarde de jolgorio y risas. Nadie piensa en eso. La experiencia será durísima, no apta para pusilánimes. Está bien que se pretenda resucitar el espíritu del ascenso, ese memorable duelo ante el Huesca que llevó el delirio al graderío y colmó las ilusiones de la afición. Ahora no se trata de eso, aunque tiene mucho que ver. Toca defender lo que se logró aquel día. Quienes estuvieron saben lo que costó. En el césped había unos cuantos - el mismo Asen entre ellos- que también saldrán el domingo. En las tribunas, muchos miles. Todos ascendieron aquel día. Todos podrían descender ahora. No se trata de bregar para que a uno le permitan entrar a un restaurante a comer gambas. El asunto es que te están quitando el pan de la boca. Los futbolistas se juegan sus carreras. Los que se quedan y los que se van, que no se engañe nadie. Muchos dieron sentido a toda su trayectoria profesional con el salto de categoría después de pegar barrigazos por el submundo de la Segunda B. Nadie quiere quitarse del escaparate. Aún se puede arreglar. Aunque sea en el partido más feo del mundo.

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