Un par de observaciones

xMucho hace que nos hemos olvidado, por ejemplo, del problema de los desahucios y apenas se hace referencia

Entretenidos estamos. Una vez terminadas las fiestas y la enojosa y dura tarea de demonizarlas con discursos éticos y morales impolutos contra el consumismo (procurando los predicadores, eso sí, terminar los alegatos antes de que cerraran los comercios), ahora jugamos a otra cosa. Que acaba siendo la misma porque el debate sobre el populismo y la posverdad nos está cogiendo otra vez al hilo de acontecimientos que la agenda del mundo nos ofrece cada día. Populismo y posverdad, que preocupan con razón a mucha gente por la deriva que suponen en el juego democrático; las restricciones que imponen en el ejercicio de los derechos y libertades públicas; y el deterioro creciente en el Estado de Bienestar.

Pero, aceptada la legitimidad de ese debate, que incluso debe ser principal, parece oportuno hacer un par de observaciones, no sea que, una vez más, lo inmediato nos ahogue y que, envueltos en graves disquisiciones de toda índole intelectual, acabemos aparcando otros asuntos también primarios. Y el primero de estos reparos está en que, abonados a estas disquisiciones más sociológicas y políticas, estamos abandonando casi toda referencia a los problemas y las cuestiones sociales que, por acuciantes, deberían tener un hueco permanente en el desarrollo del lenguaje público. Mucho hace que nos hemos olvidado, por ejemplo, del problema de los desahucios y apenas se hace referencia a esa fechoría tan infame de haber vendido a "fondos buitre" (¡vaya término!) viviendas sociales, al margen de los afectados.

La otra observación imprescindible es que resulta necesario recordar que son ciudadanos concretos los que promueven estas corrientes, que el populismo y la posverdad son movimientos sociales resultado de decisiones individuales. Poco aprecio se ha hecho sin embargo de las informaciones que llegaban del Reino Unido cuando lo del referéndum de salida de la Unión Europea. Ciudadanos que reclamaban otra nueva consulta para rectificar su voto con el argumento de que, deseando continuar en Europa pero enfadados por algún otro motivo con su gobierno al tiempo que convencidos del resultado previsto en los pronósticos, habían votado a favor de la salida. Algo así como aquello que se contaba del recluta, que, enfadado con sus mandos por un castigo que creía no haber merecido, dejó de cenar con el argumento de que "se fastidie el capitán". El dislate de no medir las consecuencias.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios