La oposición se hace a pie

Bellido debe haber aprendido la lección. Y también se le ve confiado en dejar atrás su imagen de oficinista intachable

El portavoz municipal del PP, José María Bellido, se dispone a apatrullar la ciudad, a ir de barrio en barrio denunciando las carencias de la actual política municipal. Zapato cómodo, cintura ágil por si hay reproches, argumentos razonables y una buena sonrisa serán las principales armas de las que habrá de proveerse Bellido para lo que le viene. Porque la oposición debe ser así, andariega como don Camilo en sus años mozos de alpargata, pucheros y regüeldos, y lo peor que puede hacer un aspirante a alcalde es quedarse cerrado en su búnker de Capitulares a la espera de que el milagro de la victoria electoral se obre por sí mismo, de que el hado de la urna decida decantarse por la aureola del político narciso. Tal fue uno de los grandes errores del predecesor del señor Bellido, José Antonio Nieto, que como alcalde le entregó la calle al que la quisiese mientras perdía buena parte de sus horas entre el diseño de grandes infografías de un futuro que nunca fue y en sus propias aspiraciones personales, algo que resulta hoy evidente y que al final pagó con una noche electoral que está entre las más funestas que se recuerdan en el PP capitalino. Bellido debe haber aprendido la lección. Y también se le aprecia cierta confianza en su capacidad para superar esa imagen suya de oficinista intachable pero falto de imán, algo que, aunque nunca llegue a ser el clásico político besaniños y abrazatenderas que tanto pulula por el orbe conocido, se le hace necesario. Que una cosa es ir acariciando a las farolas y otra querer ser alcalde mientras uno parece un empollón que sólo es capaz de comunicarse con sus pares. Tarea pendiente le quedará sin embargo incluso si logra esto, pues ayer mismo, rodeado de viejas glorias populares, se apreciaba nítida la necesidad que el PP tiene de renovar la lista de las municipales, pues hoy el grupo huele a armario cerrado, a naftalina, a cosa vieja. Poco a poco en cualquier caso, paso a paso y barrio a barrio. Que la oposición, como el camino polvoriento de las romerías, es una penitencia que se hace andando. Con zapato cómodo y, si se es noble, con sinceridad y empatía.

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