Crónicas Levantiscas

Juan Manuel Marqués Perales

jmmarques@diariodecadiz.com

Como la nieve

El final de ETA ha sido como el de la nieve, fue desapareciendo hasta que un día ya no hubo más manchas

Hace ya cuatro años que Jesús Eguiguren nos anticipó cómo se produciría el final de ETA. "¿Ves este parque nevado? En una semana ya no habrá nieve, desaparecerá, así pasará con ETA. Y la gente se preguntará: ¿Cómo se fue? Pues, como la nieve", le respondió el socialista guipuzcoano en una entrevista a Jordi Évole, grabada en un jardín de Vitoria. Pesada durante la nevada, que no fue de hielo, sino de plomo, ETA se derritió por zonas y las últimas manchas ya han desaparecido. Ayer se conoció, por medio de Gara, el diario de referencia de la izquierda abertzale, que ETA ha propuesto su disolución al dar por concluido el "ciclo", no propone la creación de un partido político legal y propio, sino la participación en política de su militancia. Es el epitafio de sus 60 años de historia, de sus 50 años de crímenes, desde que en 1968 asesinó al guardia civil José Pardines y, después, al comisario Melitón Manzanas. Su saldo siniestro han sido 849 muertos, según el Gobierno vasco , o 858, según la asociación de víctimas Covite.

El final de ETA fue policial e internacional, la política llevaba intentándolo desde la muerte de Franco, pero sólo consiguió que algunos insertados dejasen la banda, algunas de las negociaciones de paz habrían llevado a una paz injusta, diría que insana, pero fue la propia banda la que dio al traste con todas las vías de diálogo. Lo que en los años ochenta y noventa nos parecía un problema irresoluble se solucionó de modo aceptable, aunque dejó esos 858 muertos, miles de heridos y también mucho dolor entre las familias de los terroristas, víctimas de las decisiones personales de sus allegados. Nos dejó también el comportamiento rechazable de la guerra sucia, del maltrato, la tortura y la implicación en ellas de cuerpos y servidores del Estado. Tiempos muy sombríos.

Pero ETA logró meternos en su dinámica. En los años sesenta ya acuñó la estrategia de la acción-reacción, a cada ataque, el Estado respondería con una represión que, para ellos, justificaba la siguiente acción. Y, así, hasta meternos a todos en una espiral que, tarde, obligaría al Estado a negociar. Porque ése era el final que ETA quería: negociar con el Estado una solución pactada, porque nadie en la banda pensó que un día conseguirían la independencia de modo unilateral. A esa espiral añadió en los últimos años, la socialización del terror. La implicación de Francia, la ilegalización de Batasuna y la alta eficacia lograda por la Guardia Civil, su víctima favorita, pusieron el fin, un buen fin.

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