Las tendillas

Ramiro García Vila

Otro monumento (al mal gusto)

A PUNTO está de ser inaugurado el edificio construido sobre el solar del otrora Hotel Meliá de Córdoba, ubicado a la mismísima entrada de la ciudad. Precisamente por esta privilegiada situación geográfica, el inmueble no podrá sustraerse a la mirada escudriñadora de quienes lleguen a una capital de reconocidos méritos por su abundante patrimonio monumental. Es de suponer que quienes ostentan la responsabilidad de la construcción del inmueble -administración local y empresa constructora- hayan tenido en cuenta esta ubicación y se hayan preocupado de que el estilo de la edificación resulte respetuoso con los demás monumentos del entorno. Es decir: Es de esperar que el edificio no suponga un elemento más de polémica y de protesta colectiva. Bastante tuvimos, y tenemos, con la edificación y reparación de los Puentes de Miraflores y Romano, respectivamente.

Lo que sea, lo sabremos enseguida: Cuando el inmueble se inaugure. Y mientras esto no ocurre, no es mucho lo que conocemos: Sabemos que será la sede de un hotel con muchas estrellas.

Pero, mientras que esa apertura no se produce, sólo podemos apreciar algo que llama poderosamente la atención: la apariencia física del edificio. Más que la sede de un suntuoso hotel, el inmueble semeja un enorme almacén de chatarra: Está como envuelto, todo él, en una enorme chapa, llena de perforaciones circulares, geométricamente distribuidas.

Un servidor, lego, que lo es, en estilos arquitectónicos, se pregunta -ingenuamente- qué función desempeña esa enorme estructura, de aspecto oxidado, que envuelve las fachadas. Mi alta dosis de impericia incluso me lleva a atribuir a la ferruginosa cubierta una función sustitutiva de los enormes toldos utilizados en la construcción, con la doble finalidad de favorecer la seguridad de los currantes y preservar las edificaciones de las inclemencias climatológicas.

Claro que estas ocurrencias de un lego quedan a años luz del criterio de los técnicos. Según ellos, lo que vemos del edificio no es un artilugio con funciones de toldo, sino parte de la estructura externa del inmueble. Es decir: así se va a quedar el edificio: Guapísimo (!).

Incluso un profano en arquitectura, puede asumir que el material de esta estructura, el llamado Acero Corten, puede tener sus ventajas y hasta puede resultar aconsejable su uso en determinados entornos. Pero un edificio de tal envergadura y aspecto ferrugiento no puede ser ubicado a unos metros de la Catedral, salvo que la pretensión de los autores de la obra hayan querido inventar un estilo propio y seudo cultural, y erguir otro monumento… al mal gusto.

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