Y ya van tres: el de la Alegría, el de Martos y ahora el de San Antonio. La presencia de los molinos en el cauce del Guadalquivir es una prueba que desbarata el tópico surgido hace unos años de que Córdoba ha vivido siempre de espaldas al río. Pues no, y no es así porque en su cauce tenía basada una buena parte de su economía, entre otras razones. Ahora, el de San Antonio, que es el que está situado junto a la avenida de Fray Albino, luce el remozado aspecto de su extraña arquitectura, fruto de una superposición de construcciones realizadas con el paso de los siglos. Hace sólo un par de años, este edificio era una ruina que avergonzaba a los cordobeses y escandalizaba a los turistas que se asomaban a una de las vistas más maravillosas de la ciudad. El trabajo ejemplar realizado por Procórdoba en este último año -sin debate político, sin declaraciones grandilocuentes- demuestra que las cosas se pueden hacer rápido y bien.

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