No conozco sentimiento más paralizante, más destructivo y más agotador. Anula a las personas, las convierte en espectros que terminan viviendo ajenos a ellas mismas, que piensan como otros le dictan y actúan con la inercia de la rutina. El miedo cotiza en bolsa, modula decisiones, afecta al ahorro, al consumo y, al final como ya sabemos, sube la prima de riesgo. ¿Fuensanta miedo lo que sintió el refugiado Argelino suicidado en el improvisado e indigno alojamiento en la prisión de Archidona? ¿Pasó más miedo en este centro que en su peligrosísima travesía en la que huía del terror de la guerra y del hambre?

Tenía 36 años, era argelino y había llegado a Murcia en una patera. Fue hallado ahorcado con una sábana en la celda en la que dormía desde que el 20 de noviembre fue recluido, junto a otros 550 inmigrantes, en la cárcel de Archidona, centro que el Ministerio del Interior utiliza para el "acogimiento" de refugiados. Una cárcel para el acogimiento de refugiados, esto es lo que hace España.

Este hombre esperaba ser expulsado de un momento a otro, como así ha ocurrido ya con unos 400 de los internos de Archidona. Las ONG llevan denunciando, desde hace demasiado tiempo, las deficientes condiciones de la cárcel para el acogimiento. El grado de estrés con el que conviven estas personas es enorme, por las duras experiencias que viven durante la travesía y por la situación de desamparo, sin asesoramiento legal ni atención médica adecuada. ¿Aún no ha dimitido nadie en el Ministerio del Interior? Estarán entretenidos rezando por nuestras almas.

Víctor Frankl fue un psiquiatra judío que pasó la segunda Guerra Mundial en varios campos de exterminio, entre ellos Auswitch. Según él, no se salvaron de aquel infierno los más fuertes, ni los más cultos, ni los mejor preparados, sino aquellos que tenían una motivación más allá de su propia vida: "cuando salga escribiré un libro", "cuando salga veré a mis hijos", "cuando salga contaré esto al mundo".

En los Centros de internamiento, el Estado Español consigue matar las esperanzas con más eficacia que la travesía suicida que estas personas hacen huyendo de un horror, sin saber que aquí les espera algo peor. Todos y todas tenemos miedo. Los cobardes durante el camino y los valientes después. El miedo del Estado al refugiado es tan cobarde que mata.

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