La ciudad y los días

La mentira es verdad porque es mentira

EL 4 de diciembre estuve en la Universidad Pablo Olavide en un acto inimaginable por revolucionario en la Universidad de Córdoba. Se habló de Andalucía. Con el corazón. Con banderas delante y detrás del escenario. Con jóvenes. Cantando y hablando en andaluz. De la infame ocupación del Sáhara y de la vergonzante actitud del Estado español. De la huella morisca en la contemporaneidad y la ocultación pertinaz del hecho que marcó para siempre nuestra alma. Del aplastamiento premeditado del rock andaluz por la movida madrileña, del que yo mismo fui cómplice y víctima ignorante. Ya ves, como casi todo lo auténtico, nada de eso existió para la prensa más ocupada de los políticos profesionales en la representación del 30 aniversario de los Pactos de Antequera. La televisión autonómica celebró el día más importante de la historia reciente de Andalucía con un par de teleseries y una película norteamericana.

Me niego a aceptar que la mentira sea lo real y la verdad lo virtual. La verdad es que conozco a muchos familiares y amigos que están en el paro desde hace meses. Sin perspectivas de futuro. Unos en los bares. Otros mendigando un jornal en las aceitunas. Y los más, con la cabeza puesta otra vez en la emigración. La mentira es que Chaves negó la crisis y proclamó durante las elecciones y en el propio Parlamento que el 2009 sería el año del pleno empleo en Andalucía. Eso dijo y la masa lo ha olvidado. Yo no. El pueblo tomó por mentiroso a quienes afirmaron la verdad y volvieron a dar su confianza al que mentía. Porque la esperanza es infinitamente más rentable que la evidencia para esta sociedad que sólo aspira a vivir sin dolores de cabeza. Convencida de estar compuesta de derechos y vacía de responsabilidades.

La mentira es verdad porque es mentira. Por eso es mentira que ETA haya matado al compañero de la partida de tute. Que ocupe otro en su sitio. Reparte. Sigamos. La verdad es que su muerte no ha cambiado sus vidas como tampoco lo consiguieron los crímenes durante el III Reich en Alemania o el franquismo en España. Qué más da que gasearan a millones de judíos, republicanos, polacos o gitanos a unos metros de casa si a cambio tus hijos estudiaban en los mejores colegios. Que más da que hubiera un campo de concentración en el canal de los presos de Sevilla donde torturaban a tu vecino. Que más da que maten a un empresario si los vascos tenemos las mejores carreteras y hospitales. El silencio cómplice ante la mentira nos convierte en alimañas. Y da igual que nuestra pasividad se demuestre frente a un asesinato que ante un embuste más de nuestros gobernantes, tranquilos y felices por habernos secuestrado el legítimo derecho a la repulsa.

La mentira nos ha narcotizado haciéndonos creer que es verdad. La verdad es que la gente se pasa horas en urgencias y que espera días para conocer el resultado de pruebas que tardan minutos. La verdad es que la cuenca del Guadalquivir no nos pertenece. La verdad es que no nos pagaron la deuda histórica. La verdad fue que millones de andaluces salieron a la calle un 4 de diciembre para reclamar lo que hoy es mentira.

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