Se han llenado páginas y páginas con lo peor de Trump desde que fue elegido y, mucho más, desde que tomó posesión. Sí, ya sé, no hace aún seis meses y ya estamos hartos. Yo no soy muy distinto de la mayoría. Antes del desastre de su elección, con el perverso y anticuado sistema estadounidense de votos electorales privilegiados sobre los votos personales, ya lo ponía a caer de un burro. ¡Qué tipo!

Lo peor de Trump no es su tono faltón, ni su aparente ignorancia sobre las cosas más comunes de las cosas de gobierno, ni su grosera chulería en el concierto internacional, ni su delicada posición personal y política con respecto a Rusia, ni su vergonzoso abandono reciente del Acuerdo de París, negando la evidencia del cambio climático. No. Lo peor de Trump es su pelo: ese pelo rubio, tan pajizo, con ese peinado imposible, sobre una cara naranja, que parece un dibujo animado. Es el pelo. Me produce una curiosa reacción: cuando Trump aparece, hago el esfuerzo por escuchar la peligrosa sandez que regalará al mundo en esa ocasión, pero - al verlo- desconecto y, tras la primera admiración tipo "¡qué barbaridad/disparate!", señalo a mi frecuente compañera de cualquier visión, "pero, ¿no ves qué pelo tiene?, ¡¿cómo han podido elegir a un tío así?!". Ahora empiezo a saberlo. Todo era una conspiración para descubrir lo bueno de Trump.

Lo bueno de Trump, lo mejor, es que nos ha proporcionado la fantástica oportunidad de unirnos frente a él y sus constantes desequilibrios. En mitad de la nada más anodina del desierto de liderazgo europeo, surge como un destello contundente una figura con el desparpajo y la seguridad suficiente para hacer sufrir al histrión su propia irrelevancia. El presidente Macron, primero, le estrecha la mano un rato más largo de lo normal, sabedor del dominio que Trump pretende desde ese momento; segundo, casi le hace una cobra en el círculo de jefes que pasean por los jardines para una foto; y, tres, se marca, días después, un vídeo viral en redes sociales invitando a los investigadores sufrientes de los Estados Unidos a marchar a Francia para seguir sus progresos, France is your nation, así, en inglés y sin anestesia, el mismo día que la vuelve a liar Trump. Mucho tiempo hacía que un solo hombre ponía tan rápido de acuerdo a los demás: Trump ha generado esta rebelión intelectual y práctica frente a su antipolítica y eso es lo mejor que tiene. Si Macron, que parece dispuesto, la lidera, nos divertiremos: sólo hay que comparar su pelo con el del individuo naranja.

No se trata de que el nuevo presidente francés haga lo correcto, que también, sino de que, hasta ahora, parecía que la locura de Trump no tenía respuesta. Felizmente, la hay. Lo mejor de Trump es su impeachment global.

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