La mayoría silenciosa

¿No hay posibilidad alguna de acercarse a esa mayoría silenciosa que no quiere separarse del Estado?

La llamada de Barcelona tiene una causa profesional, pero a medida que avanza la conversación su parte más prosaica va quedando orillada, dando paso a las típicas apelaciones a la familia y los amigos con recíprocos deseos de vernos pronto, hasta terminar irremediablemente en la pregunta que, me temo, no es la primera vez que se la hacen en los últimos meses, ni seguro será la última: ¿Cómo lleváis por allí el proceso de independencia de Puigdemont, Junqueras y compañía?

Mi amigo se toma su tiempo en contestar, como si más que una cuestión ideológica que pudiera despachar con una respuesta rápida se tratase de una penitencia, una carga impuesta a todos por no sé sabe quién que amenaza con llevarse por delante el futuro de la no hace demasiado tiempo la región más próspera de España. En su respuesta tranquila, con un leve acento catalán, no hay insultos, ni descalificaciones excesivas, ni siquiera de toma de posesión por una u otra postura, sino más bien una situación de hartazgo, de pereza mental ante esta sucesión de hechos inexplicables y absurdos que nadie parece capacitado para parar.

Hilo la breve conversación por teléfono con opiniones que se vienen publicando estos días en los medios de catalanes de distinta condición a los que considero personas sensatas, y las preguntas fluyen de corrido: ¿Existe una mayoría nítida de catalanes que están de verdad por la independencia, que si llegase un día la hora de manifestarlo sin red optarían por esa vía? Los datos estadísticos últimos parecen desmentirlo, pero si eso es así, ¿de verdad no hay posibilidad alguna de acercarse a esa mayoría silenciosa del día a día que pese a los cantos de sirena del independentismo no quiere separarse del Estado, aun manteniendo una vocación claramente catalanista?

Es verdad que posiblemente Cataluña no ha tenido en la historia peores gobernantes que ahora, que nunca ha estado peor dirigida ni representada, y que sus intereses y los de su gente no han estado nunca tan abandonados en beneficio de tanto político fracasado como ahora. Pero eso no quita para que todos tengamos un problema cada vez mayor allí, por mucho que el delirante referéndum finalmente no se celebre, y a lo mejor habría que darle voz y argumentos a esos muchos sufridos ciudadanos que siguen pensando contra marea que aquella, más o menos lejana, es de largo la tierra más vanguardista de España.

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