H OY escribo tocado y más tocado a medida que pasan las horas. No me extenderé en detalles sobre lo vivido el viernes, bajo la lluvia, junto a mi casa. Después de ayudar, dar cobijo, acompañar, hasta la llegada de Guardia Civil y ambulancia, y sentir muy cerca, cogido de la mano, la violencia machista. El dolor, físico, también, la brutalidad, los temblores, la humillación. Y la sensación de un fracaso colectivo. La convicción de que algo tiene que cambiar. Demasiadas cuestiones pendientes que no hemos sido capaces de resolver en un mundo gobernado casi exclusivamente por hombres. ¿Qué tal si intentamos algo distinto?¿Qué tal si abordamos la gobernanza desde el conjunto? Podemos comenzar por limitar los desequilibrios presentes en todas las estructuras, también las de poder, que dan como resultado un mundo descompensado, donde la carga, como el dolor, cae siempre del mismo lado.

Esta semana hay una convocatoria de huelga que reivindica la equiparación salarial. La iniciativa es femenina. Considero que en este caso la posición de uno es acompañar desde la complicidad. Hoy, como ayer, lo que no es feminismo alberga en el fondo y demasiadas veces en la forma un machismo más o menos consciente. La mía es una generación que ha avanzado en la visión igualitaria, en comportamientos y responsabilidades sin referentes ni manual de instrucciones. Una generación que en lo individual, en lo cotidiano, vio recaer el peso de la familia y la gestión de los afectos sobre las espaldas de las mujeres, y en lo colectivo, un sistema consolidado donde los hombres siempre gobernaban los espacios públicos y de poder. Quiero pensar que los cambios producidos en las últimas décadas forman parte de un proceso en continuo avance. Leyes y principios que no terminan de cumplirse pero que marcan un camino. Y aún, la sensación de que todo esto no es suficiente. Puedo decir con orgullo que mi hijo mayor señala inmediatamente cualquier elemento machista que yo aún paso inadvertido. Pero cuando miro la foto general, como generación, dudo de que Ésa sea la norma. Convencido de que en el siglo XXI ellas protagonizarán el cambio definitivo, pienso que sería bueno y, sobre todo, más rápido si ese camino fuese compartido. No creo que sea condición sine qua non. El cambio es imparable y apuesto por ello.

Sorprende escuchar a las Elites calificar la convocatoria de elitista. Elites que mantienen que el IPC es una referencia anticuada para la actualización de unas pensiones también descompensadas, que no dejan de ser el reflejo del historial laboral que han podido desarrollar hombres y mujeres a lo largo de su vida.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios