La línea recta

El reparto del maná debería limitarse a situaciones de emergencia, aunque para algunos es su argumento total

Corre por ahí por las redes la noticia, desconozco si con base cierta, de que el Gobierno de Portugal se está planteando renunciar a la organización del próximo certamen de Eurovisión, que les corresponde tras ganarlo el pasado fin de semana. No quiere decirse con esto que estén los dirigentes lusos descontentos ni con el premio ni con su ganador, un magnífico y personalísimo cantante, Salvador Sobral, que allí se ha convertido en una especie de héroe nacional casi que a la altura de un Eça, de un Pessoa o de un Camoens. No, lo que ocurre, según cuentan, es que organizar el concurso vale un riñón, en torno a 50 millonacos de euros según cálculos aproximados, y los gobernantes de Portugal entienden que el país, tras una crisis brutal, no está para tales alegrías. Los argumentos parecen a priori razonables, aunque en esto del gasto público conviene no pasarse de largo, porque con la crisis se ha llegado al punto en el que se considera gasto superfluo lo que puede tratarse de rentable inversión. Y no lo digo por el caso de este festival, cuyas cargas y beneficios sólo intuyo, sino por la filosofía que aprecio en muchos convecinos que hoy, tras la crisis, piensan que el único dinero bien empleado por las administraciones es el que se le dedica a los necesitados. Creo que era Juan Ramón Jiménez el que decía que la línea recta es la línea equivocada para la literatura, y lo mismo se puede aplicar para la economía, donde dos más dos no siempre son cuatro, sino que a veces, sin aciertas, son siete y si la pifias pues son menos seis. Baste pensar por ejemplo lo ocurrido aquí en Córdoba, donde el Palacio del Sur, que supuso una millonada, se quedó en puro humo mientras que los Patios, con una inversión pequeña, son un motor económico que le da oportunidades a cientos de personas. Del equilibrio entre respaldo a lo social e inversión acertada viene pues el dinamismo económico, por lo que no se trata de no invertir sino de acertar en la inversión. Por ello la línea recta del reparto del maná social, conservadora y paternalista como pocas, debería limitarse a situaciones de emergencia, aunque para algunos, cuya idea de la economía privada apenas pasa de la romántica nanoempresita artesana, sea su argumento casi que único y su gran negocio electoral.

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