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Reloj de sol

Joaquín Pérez Azaústre / Azaustre@yahoo.es

El joven Rambo

VUELVE Rambo. Como la Navidad, como el turrón, Rambo vuelve a casa para matar. La amenaza es terrible, porque además es John Rambo quién se dirige a sí mismo en una cinta titulada precisamente así, John Rambo, o es Sylvester Stallone, también, quien vuelve a hacer de Sly. Cuando nos habíamos olvidado del coronel Truman, del no siento las piernas, del arco que lanzaba flechas explosivas y de las botazas militares, ahora vuelve Rambo para ser ese ex boina verde que una vez dejó a sus compañeros en Vietnam, su victoria en Vietnam y la cordura en Vietnam. Ahora, al borde de los cincuenta o bien pasados, tras una vida hinchada por la guerra, John Rambo se ha olvidado de la política y vive una existencia idílica y new age, en el norte de Tailandia, jugando a George de la jungla o al pequeño Tarzán un poco hippie, dedicado a la pesca y a la caza al estilo Thoreau en Walden, ya reconvertido en buen salvaje.

Pero claro, Rambo es Rambo y no puede cazar cualquier presa, y es por esto que se dedica a la caza de cobras para luego venderlas. Sin embargo, como en las edades del héroe que nos enseñó Campbell, siempre sobreviene el desafío: esta vida pacífica de Rambo se verá sacudida cuando un grupo de misioneros le pida que los guíe hasta la frontera con Birmania.

El objetivo, digno de la mejor ONG: suministrar medicinas y alimentos a unos refugiados asediados por el despiadado ejército birmano, que ha hecho de las torturas y los asesinatos algo habitual. Es entonces cuando viene la frase eje de la película, la frase matriz o frase matrix, en la que el elocuente veterano pregunta a los misioneros si llevan armas. Como la respuesta es negativa, Rambo, con su gesto expresivo, les da a entender, claro, que sin armas no hay nada que se pueda hacer.

No podemos olvidar que John Rambo era el héroe favorito del presidente Ronald Reagan, lo cual nos da una medida no sólo del héroe, sino también del forofo. A partir de este punto de la historia, Rambo, una vez más, deberá tomar partido hasta mancharse, como diría el poeta. Y vaya si se mancha, a juzgar por el trailer: el mítico machete con culata llena de utensilios y herramientas, el mítico machete con la hoja de sierra entre los dientes, volverá a clavar sus dientes en un sinfín de gargantas muy malvadas. Rambo, el soldado sin patria, ha encontrado la patria de la sangre. Y lo ha hecho a los cincuenta años, fecha en que todo hombre que se precie busca a su añorada juventud.

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