La izquierda de Sánchez

No es bueno que a los inversores se les metan dudas ni que el PSOE se niegue a sí mismo

Pedro Sánchez es un tipo peligroso para este labor dudosa del articulismo, siempre sujeta al error de cálculo y más cuando se habla de alguien como él, cuya volatibilidad ideológica es cosa probada. O sea, que lo suyo es el volantazo clásico de la política simbólica, y eso hace siempre difícil analizar lo que hace y más aún anticipar lo que hará. Con poco que te descuides, en fin, el señor Sánchez te deja con el culo al aire. Así, si hace unos días, tras su flamante reelección, dio muestras de un cierto e inesperado sentido de Estado con el tema catalán, ahora cambia de escenario y vuelve a echarse al monte por cuestiones electorales y estratégicas. Porque esos creo que son y no otros los móviles que le han llevado a promover en su partido la abstención en la votación sobre el nuevo tratado de comercio europeo con Canadá, cuando hasta ahora siempre fueron los socialistas españoles partidarios de este acuerdo que incrementa las relaciones de la Unión Europea con un país tan hondamente democrático y admirable como el del magnético Justin Trudeau. ¿Es Sánchez, economista de formación, marxista y proteccionista en sus conceptos como pueda serlo un Juan Carlos Monedero o está tratando de meterse en el campo de Podemos para recuperar los votos del socialismo que allí se fueron? Claramente anda en lo segundo, y por eso se abstiene, porque sabe que al final el tratado se aprobará incluso con su abstención. De lo que parece no darse cuenta mientras manda ese mensaje tan popular entre los apocalípticos de izquierdas, entre los que creen que viven en el peor país del mundo mientras sueñan con paraísos utópicos, es que su decisión de sacar al PSOE de la dinámica de la socialdemocracia europea supondrá un duro coste para España, cuya fiabilidad queda dañada al hacerse evidente que el líder de uno de sus grandes partidos se muestra reacio al libre comercio y próximo a posiciones marxistas. No son buenas noticias que a los inversores se les metan dudas ni que el PSOE se niegue a sí mismo, como si lo mejor de su historia no hubiese existido. Pero Sánchez es Sánchez y más que ideología lo que tiene es vocación. Vocación monclovita, por supuesto. Y que raya incluso en la obsesión.

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