Es posible que este artículo suene a exculpación del Partido Popular por los distintos episodios de corrupción que hemos conocido esta semana. No lo es. Es evidente que en el Partido Popular hay -seguramente sigue habiendo- dirigentes corruptos. No más que en partidos políticos con parecidas responsabilidades y con un número de personas con funciones ejecutivas semejante, en España y fuera de ella: miremos hacia Francia, Italia o incluso Alemania, en la que todo un presidente de la República tuvo que dimitir por asuntos económicos turbios. Me causa tanto pesar como asco que cierta gentuza se haya aprovechado de sus cargos y de la confianza que hemos depositado en ellos para burlarse de todos nosotros. Ojalá todos esos corruptos sean juzgados y sentenciados, por el bien de la democracia, de la confianza de los ciudadanos en ella y, también, del propio PP.

Pero es necesario reivindicar que el Partido Popular está integrado en su inmensa mayoría -como el resto de los partidos, dicho sea de paso- por políticos honrados que nada tiene que ver con esos comportamientos denigrantes como los que estos días hemos tenido que ver en los medios, y que hacen sonrojar a cualquiera por hortera, descarado y desvergonzado. Personas que aspiran a trabajar por los demás con vocación de servicio público y que ganan sueldos que no llegan a la categoría de razonables: sí, están mal pagados. A su lado, manzanas podridas que no deben hacernos perder la perspectiva, y alguna manzana sana con mala vista en la selección de colaboradores: es un magnífico momento para que Esperanza Aguirre abandone la política para siempre.

Sería injusto en estos momentos desgraciados, de descubrimiento de comportamientos lamentables de unos pocos, no reconocer lo mucho bueno hecho por el PP todos estos años, el esfuerzo por sacar adelante este país y que, hoy, los españoles viven mejor gracias a esos esfuerzos. Y, eso sí, exigir cada vez más, ser extremistas en la intolerancia con la corrupción pero, también, cuidadosos con la unidad. No debemos permitir que disputas personales o pequeñas rencillas arruinen uno de sus principales valores que el PP ha atesorado durante estos años, la unidad interna. Lo contrario servirá únicamente para proporcionar demagógicos argumentos a la izquierda deseosa de gobernarnos de nuevo a nivel nacional y de perpetuarse en ello a nivel autonómico.

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