Cambio de sentido

La homofobia, esa enfermedad

¡La homofobia tiene cura! Nada de eletrochoques; cultura, mundo y educación en el respeto a la diversidad

A María Elósegui, la flamante representante de España en el Tribunal de los Derechos Humanos, en sus artículos donde afirma que la homosexualidad y transexualidad conllevan patologías, se le ha pasado mentar una terrible "enfermedad": la homofobia. Se trata de una dolencia extraña, pues infecta a unos y la padecen los de enfrente, y puede llegar a ser letal si se complica con un cuadro de fanatismo agudo. En un ambiente homófobo, quienes no se sienten ni se aman como está mandado, corren un alto riesgo de sufrir depresión, ansiedad y lesiones de diversa consideración, provocadas por aislamiento, acoso, palizas y discriminación (cosas que a Elósegui les debiera preocupar, le va en el cargo). En la adolescencia, cómo lloraba mi bello amigo -el pecho del amor tan lastimado-, que nunca ha vuelto por el pueblo. La hijita de mis queridas María y Sara pronto irá al cole; ¿estará condenada por los usureros de "la normalidad" a escuchar que su familia es patológica, anómala e inmoral? "Estoy en plena ruptura familiar, les quiero mucho, pero me hacen daño, Carmen", dice el último correo de una amiga que sólo pide a los suyos que la respeten como ella respeta a cualquiera. Enfermedad y ponzoña son los secretos a voces; penaderos son esos matrimonios apañados para tapar "la falta" (cuántas madrugadas, ella, a vueltas con la almohada; él, arrastrando su culpa por un descampado); muerte en vida es la del hombre que está dentro de una falda en Mi querida señorita, y todas sus posibles viceversas. Oh, viejo hermoso Walt Whitman, inmortal, doloso, escúchame: a día de hoy, valientes han de seguir siendo quienes viven su pureza, que es la tuya.

Pero traigo una buena noticia. ¡La homofobia y la transfobia tienen cura! Nada de electrochoques ni medicación, como antaño usaran contra homosexuales y bisexuales. Se cura leyendo a Cernuda, a Lorca, a Aleixandre, a Gloria Fuertes, a Jaime Gil de Biedma, a Sara Torres, a Carmen Conde. A Juan Bernier ("Permitid, Señor, un poco de lujuria en este mundo"). Se cura -terapia de choque- recitando en alto a Rafael de León. Se cura conociendo a gente de otros sitios y clases. Se cura con Pasolini Complex. Se cura educándose en el respeto, la diversidad, la disidencia y la libertad. Se cura viviendo y dejando vivir. Y se cura cuando la persona homófoba entiende que la orientación sexual de los demás no vulnera la propia. Se cura como se cura el miedo. ¡Dulces remedios para una enfermedad social tan amarga!

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