Fuera de cobertura

Elena Medel

Una habitación propia

MIS años en la UCO son recuerdos de un abrigo: el que el alumnado de Filosofía y Letras portaba en cuanto el frío asomaba por las grietas del antiguo hospital. Al entrar en el edificio debíamos mantenerlo para evitarnos Siberia; imprescindible cual bolígrafo en las clases más tempranas, la biblioteca no se concebía en según qué fechas sin él, y se te grapaba al emprender el heroico camino hacia el depósito, porque investigar era tiritar. Y por goteras se impartía clase con un cubo en el centro del aula, y en verano el calor iba a la yugular, y también me acuerdo de una profesora que escogió entre el trabajo -el ordenador- y la salud -la estufa traída de casa-, porque su despacho compartido no soportaba la corriente de más de un aparato. Optó por lo primero.

Al margen de cuestiones atmosféricas, tan virulentas en el histórico edificio como en nuestros mayores -legión entre el profesorado: allí siguen-, también recuerdo la falta de aulas, que obliga a los alumnos de Traducción e Interpretación a la esquizofrenia: asignaturas en Rabanales, muchas tutorías en la Judería. Para qué esa gimnasia en una carrera que salva a la UCO -alrededor de 120 matriculados en primero, una cifra que supera a todos los nuevos alumnos del resto de titulaciones en la Plaza del Cardenal Salazar- del desinterés de los estudiantes de nuevo ingreso por las humanidades, y de la huida de quienes la probamos e -igual que Lope de Vega- lo sabemos. Porque faltan espacios para la docencia, pero también aulas no ya para saber, sino para ampliar conocimientos. Otro recuerdo: una semana cultural en la que intentamos organizar una actividad para la que tanto algunos alumnos como la dinamizadora cultural solicitábamos una sala. Confirmada por el Consejo de Estudiantes, nos presentamos allí y… Ocupada. Los trámites no se habían realizado -interés de los estudiantes por los estudiantes- y, de todas formas, tampoco disponíamos de espacio.

El recién dimitido decano, Joaquín Mellado, asegura que el acuerdo con el Ministerio de Defensa para la cesión del edificio de Lope de Hoces se firmará en unos meses. Mellado, excelente profesor -claro, dialogante, atento al alumno- de una materia en peligro de extinción, deja un legado impagable a la facultad: la posibilidad quizá no de crecer, pero sí de recibir con dignidad a quienes trabajan o estudian en ella. El proyecto carece aún de financiación, pero ya posee lo esencial: una habitación propia, multiplicada por tres plantas. Enhorabuena a los supervivientes.

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