El grado cero

El esqueleto del catalanismo es esta Cataluña esencial, adelgazada de fábricas, que nos aguarda

Por la agenda del señor Jové vamos sabiendo algunas cosas más del procés; por ejemplo, que sus autores no confiaban en el referéndum, y que el señor Romeva quería internacionalizar el conflicto, para que Europa presionara a España (de donde se deduce que tanto viajar no le ha servido de mucho al señor Romeva). Queda clara, en cualquier caso, la abrupta determinación de estos señores para perpetrar el putsch, aun conociendo que sus acciones, no sólo no llegarían a nada, sino que perjudicarían gravemente a sus administrados. Ése es, con permiso de monsieur Barthes, el grado cero del procés, una vez despojado de la abundosa hojarasca que lo acompaña: un violento impulso de autodestrucción en el que se consuma -se consume- la purificación del alma catalanista.

El paralelo real a esta visión mística de los señores Mas, Romeva, Puigdemot, Junqueras, etcétera; la correspondencia palpable, mesurable, pedestre, a este grado cero ideológico del nacionalismo, es la previsible merma económica que supondrá para Cataluña. Para toda Cataluña, y no sólo para esa Cataluña botifler y charnega que detrae recursos a la catalanidad fetén y apoya el 155. Ése, y no otro, será el gran legado del nacionalismo catalán a sus hijos más esclarecidos: un brusco empobrecimiento de su sociedad, paralelo a la jibarización de su vigor intelectual, francamente inencontrable. Cuando pasen las elecciones del 21-D, sin duda nos hallaremos ante una robusta presencia del nacionalismo, de su mística sacrificial, en las bancadas parlamentarias. Aun así, no será este grado cero del nacionalismo el que, finalmente, se imponga. Pasado el tiempo -¿tres, cuatro años?-, será el grado cero de la economía, la minusvaloración inducida por el catalanismo, aquello que devuelva la cordura a una parte de la sociedad, infantilizada y extática, que sueña con la pureza de sangre, con cierta superioridad racial, como ya lo habían hecho nuestros tatarabuelos más lerdos y timoratos, imbuídos del darwinismo social a la moda (la etiqueta de Anís del Mono es una caricatura de Charles Darwin, obra de Ramón Casas).

Como digo, según Barthes, el grado cero de la escritura era esa literatura despojada, periodística, anti-literaria, que prescinde de la forma y se queda en el esqueleto de la idea. El esqueleto del catalanismo es esta Cataluña esencial, adelgazada de fábricas, limpia de obreros, ayuna de humos y de grasas -una Cataluña esteparia y retro- que nos aguarda.

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